Homilía de su Excia. Monseñor Andrés Morello
el 8 de diciembre del 2017
Ceremonia de Ordenación Sacerdotal
“El Retiro” Molinari, Córdoba,
Argentina.
Por la señal
de la Santa Cruz de Nuestros enemigos líbranos Señor Dios Nuestro, en el nombre
del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Ave María Purísima.
La fiesta de
la Inmaculada Concepción de María Santísima ofrece hoy un marco de oro a esta Ordenación
Sacerdotal.
La presencia
del Santísimo Sacramento sobre la tierra, la continuación de la celebración de
la Santa Misa sobre la faz del mundo, la permanencia de la Santa Iglesia
delante de Dios desde la tierra y de pie delante de los enemigos de las almas,
depende a la vez de que haya Sacerdotes.
Vemos entonces
la trascendencia de una Ordenación Sacerdotal y es lógico entonces que la Santa
Iglesia la rodee de una ceremonia a la vez primorosa y solemne.
Permitan Ustedes
que pueda detenerme unos momentos para hablar del Sacerdocio Católico. Ese Sacerdocio,
que no es más que el mismo Sacerdocio de Jesucristo Nuestro Señor.
Es una Verdad
de Fe y de las más importantes que Nuestro Señor Jesucristo es el Verbo de Dios
encarnado y por lo mismo Él es Sumo y Eterno Sacerdote. Lógicamente entonces
todo Sacerdote de la historia lo es por su semejanza y por su cercanía con el Sacerdocio
de Cristo.
La semejanza
de dos seres la da la naturaleza de esos mismos seres. Dos hombres altos, bajos,
de un país o de otro, son ellos semejantes porque son hombres, es decir porque
tienen ellos la misma naturaleza humana. La cercanía en cambio la da la
identidad del pensar, del querer y del hacer. Entonces hablemos de estas dos
cosas: Primera de ellas la semejanza con Cristo y la segunda la cercanía con
Él.
¿Cuál es nuestra
semejanza como Sacerdotes con la naturaleza de Nuestro Señor Jesucristo? Nosotros
no tenemos la misma naturaleza que Nuestro Señor, la misma naturaleza divina
que Él, sólo nos igualamos a Él en la naturaleza humana pero en nosotros esa
naturaleza a diferencia de Él está herida por el pecado original. Jesucristo Nuestro
Señor, Él es Dios, la segunda Persona de la Santísima Trinidad, el Verbo de
Dios encarnado en una naturaleza humana y por lo mismo santísima, perfectísima,
inmaculada y sagrada por completo. Unidas en Él la divinidad y la humanidad de
una manera sustancial, única, desde el primer instante de su concepción en el
seno purísimo de la Virgen María. En ese instante todo el Verbo de Dios bañó
por completo la naturaleza humana de Nuestro Señor, penetró toda su humanidad y
la penetró para siempre haciendo con Él una sola entidad, un solo ser todo Omnipotente,
todo Santo, todo Divino. Esta unión sagrada entre el Verbo de Dios y su Cuerpo
y su Alma hace que ese Cuerpo y esa Alma de Cristo sean todos ellos
sacerdotales. Hace a Jesucristo sacerdotal por completo, porque es Sacerdote
quien une a Dios con el hombre y es eso lo que sucede de manera sustancial en Nuestro
Señor al unirse allí el Verbo de Dios con su humanidad Santa. Entonces, todo en
Él es Sacerdote y necesariamente Sumo y Eterno Sacerdote. Todo en Él es sacerdotal,
fruto de sus dos naturalezas de Hombre y de Dios unidas para siempre. En
nosotros, en los Sacerdotes pasa lo mismo pero en la medida en que puede pasar,
pasa realmente pero en la medida que esto puede suceder, no puede pasar por
naturaleza porque no somos Dios, pero puede pasar por la Gracia del Sacerdocio
que nos hace semejantes a Él.
La Gracia
del Bautismo saben ustedes que nos hace a nosotros Hijos de Dios como el Verbo
de Dios es su Hijo. La Gracia de la Ordenación nos hace Sacerdotes como
Jesucristo lo es desde la Encarnación. En la Carta a los Hebreos dice San Pablo
que el Verbo de Dios al entrar al mundo pronunció estas palabras sagradas: “He
aquí Padre que vengo a cumplir tu Voluntad, Tú no quisiste oblaciones ni sacrificios
pero me has dado un Cuerpo”. Ese Cuerpo es el que Jesucristo Nuestro Señor
sacrificó en el acto supremo de su vida mortal. La muerte en la Cruz de Nuestro
Señor es el acto más importante de su vida. En la Cruz Él es de hecho Salvador
y Redentor para nosotros. Esa es, la Cruz, la primera Misa de la historia, la
única continuada para siempre en Nuestros altares.
Es normal
entonces que la Santa Misa defina al Sacerdote, que allí se realice en la Misa
y en el poder decir la Misa la identidad y la semejanza más profunda al hacer
en los altares lo que hizo Nuestro Señor en la Cruz. Ahora bien, esto pasa
solamente en la Misa Católica; entonces nosotros no somos tradicionalistas por
añoranzas. Si la misa nueva, dice aquel estudio, se aparta de manera
impresionante de la Teología Católica de la Misa, entonces necesariamente se
aparta del Sacerdocio de Cristo aquel sacerdocio que celebra la nueva misa. Un
sacerdote que no sabe lo que es la Misa por lo mismo no entiende lo que es el Sacerdocio.
Por eso la Teología repite siempre “Sacerdos propter Eucaristiam”, el Sacerdote
es para la Eucaristía, es decir el Sacerdote es para la Santa Misa.
Aun así,
después de todo lo que hemos dicho, no es la Misa la que me hace a mí Sacerdote,
es la Ordenación, es el instante supremo de la Gracia sin igual del Sacerdocio.
Es lo más parecido al momento de la Encarnación, la que hizo el Verbo de Dios
en su Cuerpo y en su Alma. Eso que sucedió en la Encarnación sucede en nosotros
por la Gracia en la Ordenación. Normalmente no sabemos o no alcanzamos a
entender lo que es el Sacerdocio porque no alcanzamos a entender por completo
lo que es Nuestro Señor. La Gracia del Sacerdocio transforma nuestras almas de
manera permanente, de manera imperdible. Ella hace tanta semejanza con nosotros
que permite hacer lo mismo, obrar en nombre de Jesucristo, consagrar, perdonar,
dar la Gracia.
Ahora bien,
el Sacerdocio judío, aquel sacerdocio del Antiguo Testamento era un sacerdocio
real, lo era por lo menos hasta el Viernes Santo, pero era figura del Sacerdocio
que vendría. Llegado el Sacerdocio Cristiano cesó para siempre el sacerdocio
judío. Sin embargo ese sacerdocio judío que era antes de la muerte de Cristo
real sacerdocio, fue sin embargo afrentoso en aquel Sanhedrín que condenó a
Jesucristo, en Anás y Caifás ese sacerdocio fue blasfemo y fue sacrílego. Entonces
no basta con la gracia sacerdotal que con la Ordenación da la semejanza con Nuestro
Señor, es una exigencia de esa misma Gracia la cercanía real, la cercanía
completa con la Santidad y con las Virtudes de Nuestro Señor. Sacerdotes que no
tengan está cercanía hacen sacerdotes de Sanhedrín, hacen sacerdotes contra
natura, hace Anases y Caifases, imágenes marcadas que habían estado hechas para
ser idénticas a Dios.
¿Cómo
conseguimos nosotros esa cercanía con Nuestro Señor? Piensen ustedes dos
personas que guardan cercanía cuando ellas piensan, cuando ellas quieren y
hacen lo mismo o de manera similar, y con el tiempo hasta llegan a tener los
mismos sentimientos.
Pensar igual que Jesucristo es lo primero, es
decir el Sacerdote debe pensar la Verdad y la Verdad no es otra cosa que Él
mismo, que Nuestro Señor, cada palabra
salida de los labios de Jesucristo, cada
letra en el Evangelio, todo lo que anuncia el Antiguo Testamento y todo lo que
muestra el Nuevo, todo eso es la Verdad de Jesucristo, todo lo que manda y lo
que enseña la Iglesia, aquello que dijo Nuestro Señor: “Lo que ates será atado
y lo que desates será desatado”.
La Iglesia
es la voz de Nuestro Señor, la voz de la Verdad, a lo largo de los siglos, a lo
largo de la historia. Entonces para ser cercanos a Cristo debemos pensar como Él
piensa, pensar la Doctrina, pensar el Dogma y siempre las Leyes de la Iglesia.
Lo segundo
es que queramos lo mismo que Nuestro Señor ¿Es querer qué? La gloria de su Padre,
la continuidad de la Iglesia en la
tierra, la salvación de las almas. No podemos querer nada que no quiera Dios,
nada que no busque la Iglesia, nada que llegue a dañar a las almas.
Si nosotros
somos capaces de llegar a pensar y querer lo mismo que Nuestro Señor entonces
debemos hacer igual que Él. ¿Qué es hacer igual? Es copiar sus Virtudes, que están
todas jalonadas en el evangelio. En pocas palabras: Nada distinto, nada en
contra de Él, nunca jamás.
Terminemos
con estas palabras. Los fieles serán en la Iglesia lo que son sus Sacerdotes.
Los Sacerdotes lo son realmente por la Ordenación, pero la cercanía con Nuestro
Señor no nace de la Ordenación sino de la imitación; y de la imitación nacen
las virtudes. Entonces es una obligación bendita, una obligación Sagrada la de
tratar de copiar a Jesucristo. Es la fidelidad de cada día la que hace al
Sacerdote hombre de Dios. Entonces,
es normal que el Cielo entero y todos
aquellos que están en el Cielo bendigan y quieran a aquellos que en la tierra
se asemejan a Nuestro Señor. De una manera especial ha de tener un amor inmenso
por las almas sacerdotales la Madre del Salvador y es a Ella en esta fiesta
gloriosa a quien vamos a pedir, a quien vamos a rogar de una manera especial
por aquel que se ordena hoy y por todos nosotros.
Ave
María Purísima