LA
DESOLACIÓN
(Mensaje Pascual de su
Excia. Mons. Andrés Morello)
Toda la Semana Santa en su Sagrada Liturgia hará sonar los
acentos vibrantes del gran profeta Jeremías testigo de la ruina de Jerusalén;
dicha ruina fue consecuencia del abandono de Dios y de que los hombres de su
pueblo y de su tiempo ya no dieran cabida a Dios en sus vidas.
Bien dijo el
Profeta:”Desolatione desolata est omnis terra quia nullus est qui recogitet corde”.
“Toda la tierra está asolada con desolación porque nadie reflexiona en el
corazón”. (Jer. 12,11).
Bien decía
San Agustín: “Señor, nos has hecho para Ti y no descansará nuestro corazón
hasta estar en Ti”. El abandono o, lo que sería peor, el rechazo de Dios causa
necesariamente la desorientación del hombre ya que olvidado su fin y su destino
vaga por la vida buscando que las creaturas, ya sea el mismo, ya las otras,
llenen sus ansias de gozar y de perdurar.
Por eso el mismo grandioso Jeremías dice casi al comienzo de
su libro profético: “Duo enim mala fecit populus meus: me dereliquerunt fontem
aquae vivae, et foderunt sibi cisternas, cisternas dissipatas quae continere
non valent aquas” (Jer. 2, 13). “Dos cosas malas hizo mi pueblo: Me
abandonaron, fuente de agua viva, y cavaron para sí cisternas, cisternas rotas
incapaces de contener el agua”.
El abandono
de Dios hace al hombre errante e incapaz de nada bueno duradero. Dejado de lado
el Bien supremo se escapan de sus manos los bienes pasajeros como quien guarda
en saco roto, si se trata del dinero o son los otros hombres quienes se lo
roban o se lo envidian o es la muerte la que lo priva definitivamente de él; si
son los placeres no llenan su ansia de felicidad y la rebajan; si es el poder y
aunque fuere inmenso lo ven desplomarse y desaparece con el último latido de
sus corazones ambiciosos. La tumba iguala a todos los hombres aunque sus
mausoleos fueran de mármol o de oro.
Vivimos una
época en la cual los que van destruyendo nuestra civilización quieren borrar de la superficie de la tierra y en nuestras
almas la misma noción de Dios o gritar a Nuestro Señor que se baje de la Cruz
para que crean en Él.
Siempre que
pasó así en la historia la Santa Iglesia, sus Sacerdotes, sus Obispos, sus
Pontífices siguieron enseñando la Verdad, marcando el rumbo, educando las
voluntades. Aún cuando la inmoralidad general o la herejía envolvieron a esas
jerarquías en los errores o en los vicios siempre Roma siguió de pié o se
alzaron aquí o allá hombres virtuosos que supieron guardar la Fe y la
integridad de la vida cristiana formando escuela de santidad en su derredor. Hoy
parece todo apagado. Aún así, aunque no se vea humear la mecha, la Fe nos dice
que sí; Cristo Señor Nuestro, Verdad encarnada, dijo bien: “Estaré con vosotros
hasta la consumación de los siglos” (S. Mt. 18,20). Siempre habrá quien se
alce, quien reaccione, quien sirva a Dios con desinterés, quien arda en deseos
de ayudar a los demás, quien se enamore de Dios y de Nuestro Señor. En esta
Sagrada Pascua recemos a Dios para que encienda a las almas buenas y fervorosas
en su amor y despierte una oleada de hombres valientes que le sirva como sólo
Él merece ser servido.
Dios bendiga sus almas.
Santas Pascuas.
Miércoles Santo del año del Señor
2017.
+Andrés Morello.
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