miércoles, 31 de diciembre de 2014

Papas Vivientes (comentario al Eleison 385)

Papas Vivientes
            La proximidad de las Fiestas Navideñas y las tareas habituales no permitieron la composición de estas líneas hasta hoy. Cuando uno llega a una cierta edad ya no lee todo lo que puede leerse ni desea escuchar todo lo que se dice sea porque muchas cosas se repiten, sea porque son errores, sea porque ya se escucharon o se leyeron. Hay sin embargo una salvedad cuando el que habla o el que escribe hace el mal a otros e inclusive a otros que confían en él.
            Trataremos de hacer un comentario al número 385 de la carta “Los Comentarios Eleison” de Mons. Richard Williamson del día 29 de noviembre del 2014 en su edición en francés.
            Nosotros conocemos bien a Mons. Williamson porque fue nuestro profesor de Dogma en el Seminario de Ecône en Suiza y segundo Vicerrector del mismo cuando nosotros éramos seminaristas allí. Muchos admiraban entonces en el Seminario su capacidad intelectual y su conocimiento de la Suma Teológica si bien no era un eclesiástico formado en alguna famosa Universidad Romana sino en el mismo Seminario de Ecône, al menos en lo que a Teología concierne.
            Han pasado los años y muchas cosas con los años. En aquella época, (en realidad unos pocos años después), atacaba él a la misa nueva (sic. El caso “Cantoni”) y en él buscaban refugio los seminaristas que, entonces, ya eran sede vacantes o más firmes que otros. Con los años pasaron, sin duda, muchas cosas y ahora su Excelencia dedica sus desvelos a atacar a los Sacerdotes sede vacantes, quizás, más que a los modernistas.
            Dirán Ustedes que nosotros queremos defender nuestra posición contra la de su Excelencia, no es el caso; queremos simplemente mostrar que sus argumentos carecen de validez y de verdad y que, procediendo de un hombre inteligente no dejan de ser extraños. O su Excelencia ya no recuerda lo que estudió, entonces debemos temer que los años ya han hecho su obra devastadora en él, o ya no podemos creer en su recta intención porque si el argumento se fuerza, y no lo hizo la senilidad, entonces lo hizo la voluntad.
            Descolla el artículo citando al papa Pío XII (24 de enero de 1949) “Si, por acaso un día -Nos lo decimos por pura hipótesis- la Roma material llegara a derrumbarse; si por acaso esta Basílica Vaticana, símbolo de la única invencible y victoriosa Iglesia Católica, debiera enterrar bajo sus ruinas sus tesoros históricos y las tumbas sagradas que encierra, aún entonces la Iglesia no por eso estaría abatida ni fisurada. La promesa de Cristo a Pedro permanecería siempre verdadera, el papado duraría siempre, como también la Iglesia, una e indestructible, fundada sobre el Papa que viviera en ese momento. Mons. Williamson aplica esto al papado en su aspecto doctrinal (de eso ni cabe duda porque lo usa como argumento contra aquellos que no aceptan a los papas conciliares de Vaticano II en adelante). Si nosotros leemos con atención el texto de Pío XII no se refiere en absoluto a lo dogmático, ni siquiera a la moralidad de los pontífices, sinó a “la Roma material… a la Basílica Vaticana, símbolo… de la Iglesia Católica… si ella debiera enterrar en sus ruinas los tesoros históricos y las tumbas sagradas que encierra…” Es fácil deducir a qué se refiere el Papa quien pocos años antes asistió al bombardeo de Roma durante la Segunda Guerra Mundial. Dice claramente el gran Papa Pío XII que aunque se destruyera esa Basílica Vaticana “el Papado debería durar siempre”.
            En el segundo párrafo Mons. Williamson dice “estas palabras (de Pío XII) corresponden a la doctrina clásica de la Iglesia” y de inmediato las aplica al papado como tal, no a la Roma material como lo hacía su Santidad Pío XII. ¿Vale la inferencia de tal manera? Puedo decir que cuando Pío XII hablaba de una potencial ruina arquitectónica y edilicia, con toda la simbología que tenga, ¿Se refería a la ruina dogmática de los últimos pontífices y que por lo mismo la Iglesia estaría incólume en ellos? No parece posible.
            El tercer párrafo del comentario de Mons. Williamson atribuye a la decadencia de la civilización cristiana la corrupción de los “Papas vivientes”: “Es fácil ver cómo la decadencia de la civilización cristiana, desde su apogeo en la edad media, condujo a la presente corrupción de los papas vivientes. Es fácil ver cómo Dios pudo haber permitido esta espantosa corrupción para castigar esta espantosa decadencia. Lo que es más difícil ver es como la Iglesia puede todavía vivir cuando los papas vivientes, sobre los cuales está fundada, están convencidos que el liberalismo- la guerra contra Dios- es católico. Según las propias palabras de Nuestro Señor, [Un árbol bueno no puede dar malos frutos, ni un árbol malo frutos buenos] (S. Mt. VII, 18)”.
            Si la corrupción de los “papas vivientes” es fruto de la decadencia de la civilización cristiana habría, dicha corrupción, debido manifestarse en todos los Papas, al menos de manera progresiva ¿Cómo podríamos aplicar la afirmación de su Excelencia a estos Papas: Gregorio XVI, Pío IX, León XIII, San Pío X, Pio XI y su Santidad Pío XII? ¿Hubo en algunos de ellos siquiera una atisbo de corrupción o de liberalismo? No parece posible afirmarlo.
            En el tercer párrafo, al final, su Excia. citaba el Evangelio de San Mateo (VII vs. 17-18; S. Lc. VI, 43) en donde Nuestro Señor habla del árbol bueno y del árbol malo y de los frutos de ambos. “Según las propias palabras de Nuestro Señor [Un árbol bueno no puede dar malos frutos, ni un árbol malo frutos buenos]… Pero un árbol a medias bueno y a medias malo puede producir frutos mitad buenos y mitad malos. Por supuesto que tomada en su totalidad una mezcla de bueno y malo es mala, pero esto no significa que tomada parte por parte, las partes buenas de la mezcla sean tan malas como las partes malas”.
           
 La Verdad Encarnada dirá:
         Árbol bueno, frutos buenos, no malos.
         Árbol malo, frutos malos, no buenos.
         Por sus frutos los conoceréis (S. Mt. VII, 20; XII, 33)

  Su Excia. Introducirá un 
        Nuevo tipo de árboles:                                          

 un árbol a medias bueno:
    frutos buenos y frutos malos  por sus frutos no podréis conocerlos.

 un árbol medias malo:
   frutos buenos y frutos malos  por sus frutos no podréis conocerlos.                                                   

            Ya bastante haber hecho distinciones, entre los árboles, mejores que las que hizo Nuestro Señor quien creó todos los árboles.
            Aún así, séanos permitido decir que la distinción hecha por su Excia., no sólo es atrevida, por corregir a  Nuestro Señor, sino que es errónea y concluye falsamente porque pasa de la moralidad a la entidad, de lo moral que es conducta a lo entitativo que es algo invariable y que no puede cambiar; que entonces confunde lo accidental con lo substancial. Que el valor de suplencia de los términos “suppositio” en lógica, es distinto en las diversas premisas y que por lo tanto no puede concluir bien.
            “Ahora bien ningún hombre viviente de la Iglesia, ni ningún otro hombre viviente, es completamente bueno ni completamente malo. Todos somos una mezcla fluctuante hasta el día de nuestra muerte. Entonces ¿Pudo alguna vez haber habido un Papa viviente cuyos frutos fueran completamente malos? La respuesta no puede ser más que no. En cuyo caso la Iglesia católica pudo haber vivido a medias durante estos últimos 50 años por los frutos de la mitad buena de los papas conciliares, con una vida a medias permitida por Dios para purificar su Iglesia, pero de la cual no permitiría nunca que ella llegara  a matar a su Iglesia”. (Cuarto párrafo).
            Valgan algunas distinciones.
            Un árbol, como todo ser creado por Dios, es lo que es.
            El manzano da manzanas y el espino espinas. Si quiero comer buscaré el árbol que da frutos comestibles. Si una manzana está picada o deforme será accidental al manzano, lo cierto es que él no dará espinas.
            Todo hombre viviente de la Iglesia será siempre capaz de la Gracia, de la Redención y de la Salvación; si su conducta no es buena o, si es inclusive muy mala, siempre será hombre, siempre capaz de la Gracia, de la Redención y de la Salvación. Vale lo dicho para San Dimas (el buen ladrón) y para tantos otros.
            Apliquemos esto al Papa.
            Una cosa es el orden ontológico, el de las esencias, el de las naturalezas (sic. para el árbol frutal ser árbol frutal), otra cosa es el orden de la salvación moral en el cual, alguien, sin dejar de ser lo que es se porta mal, como San Dimas antes de convertirse.
            Preguntémonos por el Papa.
            Ontológicamente (en su ser) el Papa es una persona como nosotros.
            Persona que ha recibido una Gracia permanente y estable (no imperdible ya que puede perderla, por ejemplo, por renunciar como San Celestino) que lo constituye Vicario de Nuestro Señor en la Tierra y, en esto, ocupa el lugar de San Pedro en la Iglesia.
            ¿Para qué fue constituido San Pedro Vicario de Jesucristo en la Iglesia?
            “Tu aliquando conversus confirma fratres tuos” “Tu una vez convertido confirma a tus hermanos” (S. Lc. XXII, 32). Lo propio y específico del Papa es confirmar en la Fe. Ya que la Iglesia es una sociedad sobrenatural ordenada a la salvación de los hombres. Por eso dirá su Santidad León XIII en la Encíclica Satis Cognitum: “Así pues, es propio de Pedro sostener a la Iglesia y guardarla unida y firme no con lazo soluble” (No. 40, Encíclicas Pontificias, Editorial Guadalupe T. II, pág. 554; 72. 38-40).
            Esto es lo que nunca puede faltar al árbol papal, es su fruto primordial y específico. Si el árbol que vemos no confirma en la Fe sino que destruye la Fe, entonces estamos delante de otro árbol, ya que sobremanera para este vale que lo conozcamos por los frutos.
            Puede, sí, tener frutos deformes en lo que tiene de hombre, podría tener pasiones en desorden, ambición, cólera, o lo que se quiera que no afecta a la naturaleza del pontificado, no algo que fuera opuesto a la naturaleza misma del pontificado.

  Es Papa porque es Vicario de Jesucristo
  Y por eso es Sucesor de San Pedro ----) Para confirmar en la Fe.

            Si el “árbol” papal diera malos frutos teológicos, dogmáticos, morales en cuanto a no enseñar qué es bueno y qué es malo o enseñarlo al revés entonces esos frutos malos no podrían proceder más que de un árbol malo, luego, no de un Papa quien, esencialmente debe confirmar en la Fe.
            El fruto propio de un árbol sigue a su naturaleza propia.
      La enseñanza dogmática, moral, litúrgica, escriturística de un Pontífice sigue a su nota esencial:
----)Confirmar en la Fe, no podría nunca destruir, dividir, ablandar la Fe de los creyentes. Hasta Vaticano II nunca sucedió.
            En el anteúltimo párrafo (4to.), hacia el fin del mismo, dice su Excia.: “En cuyo caso la Iglesia Católica puede haber vivido a medias durante estos últimos 50 años por los frutos de la mitad buena de los Papas Conciliares, con una media vida permitida por Dios para purificar su Iglesia, pero de la cual Él no permitiría nunca que llegue a matar a su Iglesia”.
            Vale la pena ponerse de pié para aplaudir tamaño argumento jamás enunciado en veintiún siglos de vida católica: La Santa Iglesia habría vivido 50 años gracias a la “mitad buena” de los papas “buenos a medias” y se habría purificado, con el permiso divino, gracias a la “mitad mala” de los papas “malos a medias” ¡Hurra!.
            Realmente no sabemos si su Excia. subestima a sus lectores o, como estos “Papas a medias buenos y malos” convencidos de “que el liberalismo es católico” (3er. Párrafo hacia el fin), él también está convencido de que quienes lo leen son alumnos de alguna escuela especial para niños disminuidos.
            La Iglesia se purifica por las persecuciones, los martirios, la lucha contra la herejía, los grandes movimientos de conversión fomentados, en momentos cruciales, por los Santos Fundadores de las Órdenes Religiosas. Pero ¿Desde cuándo se purifica por las herejías enseñadas en su seno mismo por Obispos, Cardenales y hasta “Papas”; por ordenaciones inciertas; por hombres como Ratzinger para quienes “la formulación de los Sacramentos de la tardía edad media es una caricatura de los Sacramentos”, para quien “Jesucristo pudo revelar porque Dios se lo reveló” (¿Entonces quién era Jesucristo?) (Confrontar Teoría de los Principios Teológicos, HERDER, 1986); por otros como Juan Pablo II para quien “la constancia en la fe de los paganos es un fruto del Espíritu Santo”; por las nulidades matrimoniales “por incompatibilidad psicológica”; por las absoluciones masivas; por la comunión a los no católicos o a los que no están en estado de Gracia?
            Nadie purifica con algo sucio, más aún, inmundo. Pedro es quien debe purificar, ordenar, señalar y condenar el error y los peligros morales, confirmar en la Fe. Es la mano segura de la cual se toma el católico para pasar entre los errores y los peligros y los ataques. No puede él herir de muerte a aquél que se aferra a él para salvarse. Eso no se llama purificación sinó iniquidad.

            ¿Cuál es nuestra ganancia señalando estos errores?

            Pues un Obispo está puesto en la Iglesia para enseñar la verdad y cuidar a las almas, para gritar “lobo” al lobo cuando fuere un peligro a las ovejas.

            -¿Cree Usted que su Excia. Es un lobo?

            No digo lo que creemos, lo que decimos es que si aúlla no es cordero ni pastor y que enseñar lo que no es correcto, inferir sin motivo, forzar el argumento de una autoridad, cambiar las distinciones de Nuestro Señor Jesucristo, no es de aquél que enseña la verdad sinó de quien confunde. No buscamos los Fieles ni los Sacerdotes de nadie, los Fieles y los Sacerdotes son de Dios; pero no es justo que Fieles y Sacerdotes de buena voluntad (aunque no todos) sigan el aullido creyendo que es balido.
            Si su Excia. dice verdad, pruébela bien. Si dice error, no diga que es Verdad. Saque la conclusión de los argumentos, no estire los argumentos para que sirvan a la conclusión preconcebida. ¿Por qué el sede vacante tiene sólo frutos malos y “Benedicto XVI aspiraba a la Tradición”; “Aún el Papa Francisco cree seguramente conducir a los hombres a Dios cuando rebaja a Dios al nivel de los hombres”? (Último párrafo, al comienzo).
            Algunas gentes buenas siguen a su Excia. Confiados en la aureola de firmeza y de tomismo que tenía en Ecône. Ya pasó mucho tiempo desde aquello y con el tiempo muchas cosas. Juzguemos los argumentos por su forma y su contenido, las conclusiones por su justeza, los árboles por su fruto si aún es valedero el argumento de Nuestro Señor Jesucristo.
                                      Ave María Purísima.

                                + Mons. Andrés Morello.
                                   Patagonia Argentina

                                   31 de diciembre 2014.

sábado, 21 de junio de 2014

"PALPO" O EL ADULADOR

Quiera Dios bendecirles.
            Cuando en Teología Moral se estudian algunas injusticias cometidas con la lengua, una de sus figuras se llama, en latín, Palpo, es decir el Adulador (Prummer, Manuale Theologiae Moralis, tomo 2, pag. 101, n° 4, Herder 1958); se trata de aquellas faltas cometidas por quienes pueden dirigirse a un gran auditorio y, sea faltando a la verdad, sea exagerándola, difaman algo o a alguien o escandalizan induciendo al mal. Imaginen por ejemplo un opinador público, que es en lo que han devenido la mayor parte de los periodistas, quienes en vez de indicar lo acontecido opinan, juzgan y sentencian sobre lo mismo sin que nadie les haya pedido su opinión y sin ser jueces de las personas ya que la Nación ha investido a otros para esa función.
            Palpo es, en definitiva, la figura moral de aquél que dice a quienes lo oyen nó lo que necesitan saber sinó lo que por algún motivo le conviene a él y muchas veces lo que sus oyentes están esperando que les digan, nó lo que les haría bien, sinó lo que les gustaría escuchar, de allí que su traducción sea “El Adulador”.
            Ven ustedes con claridad que el Adulador, cuando es tal, hiere hondamente a las almas sea porque no dice lo cierto, o es impreciso, que es otra manera de faltar a lo cierto, o cautiva manteniendo en el error o en un comportamiento de suyo inmoral. Valga el ejemplo: Un “periodista” hace algún tiempo en la televisión argentina, hablando de un sujeto que había sido asaltado en su domicilio por otro sujeto que lo había contratado para hacer asquerosidades juntos se refería a la “víctima” como un “honrado trabajador” que había sido sorprendido por el victimario. Eso es un ejemplo perfecto del Adulador.
            Resumiendo, dice lo que les gustaría oír de él, nó lo que de él necesitarían en realidad.
            En el antiguo Imperio Romano las fiestas populares incluían el Circo o Coliseo en el cual los hombres luchaban a muerte entre si o con fieras o simplemente eran expuestos a ellas para morir horrenda y miserablemente en sus fauces. Es barbarie y no cultura divertirse viendo morir o viendo matar pero, permitiendo eso los gobernantes, “entretenían” el salvajismo de sus pueblos y como un estallido del pecado original en esa sed de sangre y de espectáculos macabros e inhumanos. Una manera de adular manteniendo al otro tan salvaje o más que antes.
            Hace tiempo que deseábamos escribir este artículo tratando de acertar a su título y contenido para poder describir la figura de Jorge Bergoglio en su papel de hoy como ocupante de la Sede Romana. Era difícil poner una etiqueta a un frasco con veinte venenos distintos, no era difícil reconocer el veneno sinó un elemento de juicio que pudiera aglutinarlos todos bajo un mismo nombre. Parece bien que ese nombre y esa etiqueta sea Palpo o Adulador.
            Tratemos de explicarnos.
            Una salvedad: Quizás alguien se espante leyendo a un Obispo que dice semejantes cosas creyendo que es una suprema irreverencia escribir así de las autoridades supremas. Permítanme un ejemplo. Si viendo a alguien que hace la genuflexión ante un copón con hostias consagradas nos opusiéramos a ello, eso sí sería una suprema irreverencia contra Dios y contra el derecho y el deber de adorarle. Si, en cambio, lo que viéramos fuera un acto de adoración de un falso dios y lo denunciáramos como tal, nuestra denuncia sería un acto justísimo como el de Matatías, padre de los Macabeos, al castigar la idolatría (I Mac. 2, 24). No fue Cristo Nuestro Señor quien hirió los sentimientos de los fariseos por llamarlos “sepulcros blanqueados” (S. Mt. 23, 27) sinó ellos quienes hirieron a Dios con su hipocresía. Nuestro Señor les llamó por su nombre.
            Apliquemos, Jorge Bergoglio está destruyendo a la Santa Iglesia Católica, aniquilando aquello poco que dejaron en pié sus últimos predecesores, haciendo de manera acabada su papel de Adulador. Vean ustedes mismos luego de leernos.
            Los sermones, discursos, entrevistas, diálogos de Jorge Bergoglio no pueden encuadrarse en un marco convencional porque, justamente, rompen todas las convenciones. Hablar de un tema es hablar de diez a la vez y afirmar un principio es exaltar dos o tres sentimientos simultáneamente. Es como hacen los soldados en la guerra cuando quieren detener el avance de un enemigo armado y peligroso que corre hacia ellos, es difícil acertar un tiro a un blanco móvil e irregular en sus movimientos, entonces, hacen una lluvia de disparos tratando de que alguno acierte en el enemigo. Dentro de las muchas afirmaciones que hace hay una que busca que quede firme mientras es pronunciada en medio de un escenario de cosas dispares o de sentimientos llamativos. Pongamos un ejemplo. Al hablar con los periodistas en el avión, al regresar de su viaje a Israel, refiriéndose a los cismáticos griegos dijo así: “Con Bartolomé hemos hablado de la unidad que se construye caminando; no podremos construir la unidad en un congreso de teología. Me ha confirmado que Atenágoras dijo a Paulo VI –Mandemos a todos los teólogos a una isla y nosotros sigamos caminando por la vida… También hemos hablado del concilio pan-ortodoxo para que se haga algo sobre la fecha de Pascua porque resulta ridículo decir: ¿Cuándo resucita tu Cristo?... También hemos hablado de ecología, de hacer algo juntos en este ámbito.” (VIS 27 de mayo del 2014, pág 5 y 6, VIS NEWS 140527). Unidad + Teología + Pascua + Ecología.
            Cando la diferencia entre dos religiones es teológica ¿Cómo quiere resolverla si no es usando teología? Si dos personas discuten sobre una herencia podrán suavizar diferencias paseando juntos pero tarde o temprano deberán dividir los bienes y toda división debe seguir un criterio de partición. Ser caritativo con un cismático no es renunciar al único criterio diferencial que es el Dogma y la Fe. La fecha de Pascua es, ciertamente, un elemento de división con los ortodoxos, pero su fundamento no es la manera de computar esa fecha sinó el no querer obedecer a la Primacía Romana, por querer ellos la primacía para ellos. La desobediencia a la única Autoridad Universal establecida por Cristo en la Iglesia no es una discusión de poco valor ni se reduce a sólo la fijación de la fecha de Pascua.
            Si tuviéramos  que resumir en pocas palabras la semblanza de Jorge Bergoglio diríamos tres cosas principales y un escenario de estrellas secundarias a su servicio.


Tres cosas principales: 1. Nó Teología sinó teocracia.
                                         2. Nó pecado original.
                                         3. Reducción de lo obligatorio al Dogma.

Estrellas Secundarias: A. Sensacionalismo-oportunismo-sentimentalismo.
                                        B. Equívoco e indefinición. Desprecio de la Teología.
                                        C. Doble discurso y discurso injusto.
                                        D. Administrador teocrático de lo natural.
                                        E. Rebajamiento brutal.

Tres cosas principales.
1. No Teología sinó teocracia.
            La Teología no es más que la explicación racional del Dogma revelado, aquel dato precioso enseñado por Dios a los hombres, explicado por la ciencia más reverente, más respetuosa y profunda que pueda existir; profunda porque discurre acerca de las verdades de la Fe y de los misterios divinos, reverente y respetuosa porque su objeto es Dios y en nada puede faltarle al respeto que Él mismo merece. Es ciencia que supone la Fe y la Gracia y que sin ellas nada puede, de allí que en sentido estricto no haya teólogos fuera de la Iglesia Católica; sería un contrasentido poder hacer teología sin la integridad y totalidad de la Fe, o discurrir acerca de la Gracia, de sus medios, de sus efectos, de sus causas sin que esa misma Gracia ilumine la mente del teólogo (Padre Reginaldo Garrigou Lagrange, De Deo Uno, introducción).
            La teocracia, en cambio no es más que el gobierno político ejercido por los religiosos o ministros de un culto determinado, así por ejemplo, la monarquía británica ejerce a la vez la suprema autoridad religiosa del protestantismo inglés; así era el gobierno de los Sumos Sacerdotes en Israel. En pocas palabras, aquel que ejerce como sacerdote supremo, ese mismo tiene el gobierno supremo de la ciudad o de la nación.
                     ¿Qué queremos decir? Si nosotros buscamos teología en Jorge Bergoglio nó la encontraremos. La verdadera Teología supone como contenido las verdades siempre enseñadas por la Iglesia y éstas no las encontraremos; supone su desarrollo con rigor de pensamiento, con concatenación de argumentos, con fundamentos ciertos en la Sagrada Escritura y en la Tradición, veremos, en cambio afirmaciones entrecortadas, palabras sueltas, mezcladas ciertas con dudosas, dudosas con falsas, falsas con sentimentales. Pongamos un ejemplo: “Algunos dicen que el pecado es una ofensa a Dios” (Audiencia general del miércoles 29 de mayo del 2013). Si no es una ofensa a Dios ¿Qué sería? ¿No es lo que siempre enseñó el catecismo?
                     Pongamos otro ejemplo. Cuando recibió a los periodistas por primera vez en la Sala de Audiencias Paulo VI, el 16 de marzo del 2013 no les dio la bendición, no quiso darla: “Les dije que les daba de corazón la bendición. Como muchos de ustedes no pertenecen a la Iglesia Católica, otros no son creyentes, de corazón doy esta bendición en silencio a cada uno de ustedes, respetando la conciencia de cada uno, pero sabiendo que cada uno de ustedes es hijo de Dios. Que Dios los bendiga”. (Osservatore Romano, domingo 17 de marzo de 2013, pág. 7).
                     La entrevista de los periodistas, creyentes o no, fue al “Papa”, nó a Bergoglio, la bendición desde su corazón no fue más que desearles el bien sin causar ningún efecto real en ellos, tanto como si lo hubiera deseado el jefe de correos de la Plaza de San Pedro; la bendición, si hubiera sido capaz de darla, habría sido un sacramental capaz de mover los corazones bien dispuestos a bienes mayores. “Respetando la conciencia de cada uno” fue una frase con la que quedó bien con los que no pensaban mejorar y de paso les hizo el mal de no decirles que no se puede creer en cualquier cosa o no creer. “Quien creyere y se bautizare será salvo” (Sn. Mc. 16,16). Fueron a ver a Francisco y encontraron a Jorge.
                     Pongamos aún otro ejemplo de su último viaje a Tierra Santa, al visitar el Museo del Holocausto, en las palabras que pronunció remedó las palabras del Génesis cuando Adán se escondía de Dios: “¿Adán dónde estás?...” Cargándolas de sentimentalismo, sin teología y contra ella. “… Pero quizás ni siquiera el Padre podía imaginar una caída como esta, una abismo tan grande” (VIS, 26/05/14, lunes, pág. 9 y 10). Como si Dios, apenadísimo por los pecados de los hombres y en particular por la muerte de esos judíos, hubiera dicho “¿Cómo no se me ocurrió?” (Que ibas a hacer eso, si sabía no te creaba). Es una buena manera, dramática, de llegar a los sentimientos, pero, cero teología como si Dios al crear no hubiera sabido perfectamente cuanto iba a acontecer con los hombres.
                      Dijimos nó teología pero sí teocracia.
                     La infalibilidad sigue a los Pontífices Supremos en su Magisterio ordinario y extraordinario pero aquí no hay teología o la hay errónea, que sería lo mismo. La infalibilidad está traspuesta al gobierno. Nuestro Señor no dio la infalibilidad a los Papas para cualquier cosa sinó para preservar la Fe y la Doctrina, la Verdad revelada y transmitida, la Iglesia por Él fundada. No es infalible cuando estornuda y dice “hace frío”. Pero hablar como quien fuera Papa y hacer afirmaciones que no permiten discutir es pretender el Magisterio en lo privado y lo infalible en lo falible. Cuando Nuestro Señor subió a los Cielos dijo a los Apóstoles: “Id y enseñad a todas las gentes” (S. Mt. 28, 19), eso es el apostolado hecho por los Apóstoles y la Iglesia a lo largo de los siglos, es un tesoro necesario para salvarse enseñado a los hombres para que no se pierdan, porque Jesucristo Nuestro Señor derramó su Sangre bendita por ellos, para que ese Sacrificio Supremo de Cristo no quede sin fruto y las almas no caigan en la perdición eterna. Veamos, en cambio, la dogmatización de lo contrario. El martes 24 /09/13 a las 15 hrs. Bergoglio dio una entrevista a Eugenio Scalfari, fundador del periódico italiano “La República” en la Casa Santa Marta y allí afirmaba: “El proselitismo es una solemne tontería, no tiene sentido”, ante el entrevistador que le decía que sus amigos afirmaban que “el Papa quería convertirlo”.
                     Proselitismo es de la política, apostolado sólo de la única Fe verdadera y es fruto del deseo profundo de que otros se salven, es caridad en acto para ayudar a conseguir algo, la salvación, que se pierde o se gana sólo una vez. La palabra “proselitismo” está mal usada y connota un espíritu gregario o una intención política o ideológica. La Iglesia no tienen  ideologías, no es secta ni partido, por eso el desear hacer adeptos es hacerlos de la Verdad, de Jesucristo, de la Gracia, eso no es proselitismo sinó apostolado; es obra de apóstol nó de partidario. Usada mal esa palabra “proselitismo” reduce el apostolado a partidismo y entonces no suena feo decir que es tontería, cuando en realidad arrimar a los hombres a Dios y a su Iglesia es los más hermoso que podemos hacer y el bien mayor que podemos brindarles.

2. No Pecado Original.
                     Aunque la obra redentora de Jesucristo haya conseguido que el Sacramento del Bautismo borre el Pecado Original, ese Sacramento no borra sus consecuencias que son la ignorancia, la muerte, las enfermedades, la debilidad de la voluntad y el desorden de las pasiones. El cristiano, el católico no es un mojigato que en todo ve pecado y pasa por la vida dominado por el miedo, pero, que no lo sea no significa que no vea el pecado o el peligro en donde lo hay, por eso dice el Apóstol “Obrad vuestra salvación con temor y temblor” (Carta a los Filipenses 2,12) en los límites que indicamos recién. Nuestro Señor, Él mismo, dijo claramente “Para que no entréis en tentación” (S. Mt. 6,13) y San pedro “Sed sobrios y vigilad” (I S. Pedro 5,8).
                     El apostolado y la misma vida cristiana no pueden hacerse ni vivirse de cualquier manera. Las audiencias y encuentros a los que asisten “los Papas de Vaticano II” parecen hechos para almas confirmadas en Gracia, para almas ya salvadas y en el Cielo, en donde son intangibles para el mal, no importa cómo están vestidos los asistentes o besuquearse con todo el mundo. Eso explica, entonces, un Juan Pablo II bailando Rock con señoritas o diciendo “misa” en Nueva Guinea mientras leía la Epístola una muchacha de color, vestida de aborigen, vestida sólo hasta la cintura y pudiendo darle luego la comunión a la misma.
                     El último Encuentro de la Juventud en Brasil no varió en mucho con los obispos bailando y meneándose, con las monjitas paseando por las playas o descansando allí entre muchachos y chicas vestidos como en cualquier playa contemporánea. Valga lo mismo para la estatua de San Miguel Arcángel inaugurada frente a la Gobernación del Vaticano por Francisco (Bergoglio) y Benedicto XVI (Ratzinger), que no deja de ser una estatua bien realizada pero con el Arcángel casi desnudo y en una posición por demás llamativa que poco invita a devoción.
                     Dar ciertas libertades y quejarse después de sacerdotes que cometen faltan con jóvenes o con niños es un contrasentido. La modestia no es pusilanimidad, pero es y será siempre como el antemural que protege la pureza, por eso Santa Teresa de Jesús decía “Entre santa y santo pared de cal y canto”.

3. Reducción de lo obligatorio al Dogma.
                     Citaremos nuevamente la conversación con los periodistas en el avión. Preguntó un periodista acerca del celibato, la respuesta de Bergoglio comportó una falsedad y una reducción. He aquí la respuesta: “La Iglesia Católica tiene curas casados. Católicos griegos, católicos coptos, hay en el rito oriental. Porque no se debate sobre un dogma sinó sobre una regla de vida que yo aprecio mucho y que es un don para la Iglesia. Al no ser un dogma de Fe siempre está la puerta abierta” (VIS 27/05/14).
                     Se habla del Celibato, el mismo es regla para todo el rito latino, en los ritos orientales o entre los ortodoxos no católicos un sacerdote nunca puede casarse pero un casado puede acceder al sacerdocio. La falsedad está en decir que la Iglesia tiene sacerdotes casados en otros ritos sin hacer la distinción que acabamos de hacer y la reducción en limitar lo obligatorio a sólo el Dogma.
                     La Santa Iglesia tiene Dogmas, Liturgia, Tradición y Disciplina, todo merece reverencia y grandísima reverencia porque no es mero arbitrio humano, como las leyes de nuestras democracias que hacen de los abortos delitos o derechos con sólo el paso del tiempo o las ideas en boga. Se trata siempre de definiciones, enseñanzas o prescripciones guiadas por Dios, asistidas por Dios, fruto de la santidad y experiencia milenaria de la Iglesia. El Concilio de Trento definió que lo contenido en la Tradición y la Revelación, ambas cosas debían ser consideradas como depósito de la Fe. “…Y siendo que esta Verdad y Disciplina se contiene en los libros escritos y las tradiciones no escritas, que, transmitidas como de mano en mano, han llegado hasta nosotros desde los apóstoles” (Concilio de Trento, Denzinger 783). “Entrando como si dijéramos, por el camino real, siguiendo la enseñanza divina inspirada de nuestros Santos Padres, y la Tradición de la Iglesia Católica, pues reconocemos que Ella pertenece al Espíritu Santo que en Ella habita” (Segundo Concilio de Nicea, Denzinger 302).
                     Pongamos un ejemplo. El Papa Pio XII en su Alocución sobre la Liturgia dice claramente que el Sagrario y el Altar son dos cosas que por su naturaleza deben permanecer unidas, es decir, nunca deben separarse como se hace en la misa nueva. Que no se arguya que en las Basílicas Romanas el Sagrario no está en el Altar Mayor. Es cierto, pero siempre está en un Altar. No está en el Altar Mayor porque muchas veces no se dice Misa allí, a no ser en las solemnidades, pero sí está en un Altar en donde diariamente se le puede rendir culto de adoración. Ahora bien, esto no es un dogma pero debe mantenerse y observarse siempre como lo enseñó su Santidad Pio XII, repitiendo lo que siempre hizo y dijo la Iglesia, son cosas (Altar y Sagrario) que por su naturaleza deben permanecer unidas. “Separar el Tabernáculo del Altar es separar dos cosas que deben quedar unidas por su origen y naturaleza” (Pio XII, Alocución sobre Liturgia, Encíclicas Pontificias, Ed. Guadalupe, tomo 2, pág. 1757). “Estrictamente manda esta Suprema Sagrada Congregación que se observen religiosamente lo prescrito en los cánones 1268 par. 2 y 1269 par 1: “La Santísima Eucaristía se guardará en el lugar más digno y excelente de la Iglesia, y, por lo tanto, de ordinario en el Altar Mayor a no ser… que resulte más conveniente y digno en otro Altar… La Sagrada Eucaristía debe guardarse en un Sagrario inamovible colocado en medio del Altar” (AAS L.C. pág. 544, Alocución SS Pio XII ídem no. 185, pág. 1757).
                     Hay muchísimas cosas, la mayoría, en la Iglesia, que no son Dogmas y que sin embargo deben observarse por estar contenidas en la Tradición y en la práctica milenaria. Son 2000 años de celibato para que nos digan ahora que es algo discutible “que la puerta está abierta”.
                     Más aún, generalmente son los medios periodísticos o la gente común, los que opinan sobre el celibato, nó los religiosos o sacerdotes. Cada quien sabe lo que ofrece a Dios y durante siglos fue posible y virtuoso el celibato. ¿Por qué deben discutirlo los que ni son célibes ni virtuosos? Si no vale el celibato, entonces tampoco la obediencia ni la pobreza, ya que todo hombre quiere bienes e independencia pero, por amor a Dios es capaz de ofrendarlos en la Iglesia.
                     Aún así, veamos lo que enseña el papa Pio XII (Encíclica Sacra Virginitas, no. 22, Encíclicas Pontificias, Ed. Guad. T. 2, pág. 2014): “Esta doctrina que establece las ventajas y excelencias de la virginidad y del celibato sobre el matrimonio, fue puesta de manifiesto, como lo llevamos dicho, por Nuestro Divino Redentor y el Apóstol de las gentes; y así mismo en el Santo Concilio Tridentino (Sesión 24, canon 10) fue solemnemente definida como Dogma de Fe divina y declarada siempre por unánime sentir de los Santos padres y Doctores de la Iglesia”. “La Santa Virginidad y la Castidad perfecta, consagrada al servicio divino, se cuentan sin duda entre los tesoros más preciosos dejados como en herencia a la Iglesia por su Fundador” (ídem, pág. 2006, no. 1). “También los Santos Padres –como San Cipriano, San Atanasio, San Ambrosio, San Juan Crisóstomo, San Jerónimo, San Agustín y otros muchos- escribiendo sobre la virginidad, le dedicaron las mayores alabanzas. Esta doctrina de los Santos Padres desarrollada al correr de los siglos por los Doctores de la Iglesia y por los Maestros de la ascética cristiana, contribuye mucho para suscitar en los cristianos de ambos sexos el propósito de consagrarse a Dios en castidad perfecta y para confirmarlos en él hasta la muerte” (ídem, no. 3, pág 2006-2007).
                     Dice con meridiana claridad el Papa Gregorio XVI (Encíclica Mirari Vos no. 11, Enc. Pont. Ed Guad. T. 1, pág. 40): “Aquí queremos que quede viva nuestra constancia por defender la Religión contra una torpísima conjuración que tiene por blanco el celibato clerical, la cual  como sabéis se propaga cada día más y en que colaboran con los extraviados filósofos de nuestros tiempos, también algunos miembros del mismo orden eclesiástico… Encomendamos confiadamente a vuestra piedad el que procuréis con todo empeño custodiar inviolable y sin menoscabo esta ley importantísima contra la cual se dirigen de todos lados las armas de los lascivos, y que la vindiquéis y defendáis como lo mandan los Sagrados Cánones”. Consideremos atentamente lo que escribe su Santidad Pio XI en la Encíclica Ad Catholici Sacerdotii del año 1935, tan diverso a lo dicho por Jorge Bergoglio ( Enc. Pomt. Ed. Guad. T.1 no. 34, pág. 1429): “Íntimamente unida con la piedad, como que de ella recibe su consistencia y su resplandor, ya la otra perla brillantísima del sacerdocio católico, la castidad, cuya observancia prefecta y total es una obligación tan grave en los clérigos constituidos en Órdenes Mayores dentro de la Iglesia Latina, que de faltar a ella se harían por el mismo hecho reos también de Sacrilegio (Canon 132, par. 1). Que si tal ley no liga en todo su rigor a los clérigos de las Iglesias Orientales, con todo, aún entre ellos está en honor el celibato eclesiástico, y en ciertos casos, particularmente tratándose de los más altos grados de la jerarquía, llega a ser un prerrequisito necesario y obligatorio”.
                     Hasta aquí los tres puntos principales, veamos ahora las estrellas secundarias de este escenario de la nueva Roma; para que sea más didáctica la explicación la redujimos a cinco puntos.

A. Sensacionalismo-oportunismo-sentimentalismo.
                     Los tres van juntos, el sensacionalismo como tendencia habitual a presentar un asunto o cuestión con caracteres destacados dándole intencionadamente dimensiones excesivas, para crear alrededor con fines determinados, un ambiente de intenso interés público; el sentimentalismo buscando expresar o excitar sentimientos tiernos; el oportunismo, haciendo abstracción, en cierta medida de los principios básicos tomando en cuenta las circunstancias de tiempo y lugar. Siempre la clave está en causar un sentimiento o impresión, con independencia de los principios y con fines determinados. Imaginemos un político en campaña besando un bebé o ayudando a un viejito a cruzar la calle.
                     Apliquemos al caso que nos ocupa: Conservar los zapatos de siempre, y no aceptar los que siempre usa un Papa, porque son más pobres (recibió a la vez 3000 periodistas en Aula Paulo VI lo cual supone sin duda un gasto de consideración); ir personalmente a pagar el hotel en donde se alojó antes del Cónclave; besar las manos de seis sobrevivientes del llamado Holocausto; no comer la comida que le habían preparado al visitar el Cenáculo en Jerusalén y “cruzarseimprevistamente a comer al Convento de San Salvador con los P.P. Franciscanos (VIS 27/05/14, pág. 1).
                     Si son actos virtuosos no era necesario mostrarlos, si busca causar una impresión o sentimiento no es así (buscando impresionar) como se comporta un Pontífice Católico. No se trata de impresionar al auditorio ya que una impresión o un sentimiento pueden darse sin que haya un principio o una pauta de conducta. El que es virtuoso en serio no busca mostrar, y si muestra algo es para que el otro o los testigos sean mejores, no sólo para quedar bien o para ser bien visto. Pongamos otro ejemplo, el Domingo de Pentecostés en los Jardines del Vaticano se reunió a rezar por la paz con los Presidentes de Israel y Palestina, en su oración invocó solamente al “Dios de Abraham”, lo hizo según lo que pensaban de ese Dios los dos políticos presentes. Para esos dos señores el Dios de Abraham no es Trinidad para el uno, no es Jesucristo para el otro o para ambos. Invocar así al Dios de Abraham lo hace quedar bien con ellos pero invocando un dios inexistente, no hay Dios verdadero que no sea la Santísima Trinidad ni Dios encarnado que no sea Jesucristo; los principios básicos hechos a un lado por buscar sólo el resultado, resultado inalcanzable justamente por soslayar los principios.

B. Equívoco e indefinición- Desprecio de la teología.
                     Equívoco e indefinición son lo propio del modernista.
                     “…Sacerdotes, los cuales, so pretexto de amor a la Iglesia, faltos en absoluto de conocimientos serios en filosofía y teología, e impregnados por el contrario, hasta la médula de los huesos de venenosos errores bebidos en los escritos de los adversarios del Catolicismo, se jactan, a despecho de todo sentimiento de modestia, como restauradores de la Iglesia y en apretada falange asaltan con audacia todo cuanto hay de más sagrado en la obra de Jesucristo” (S. Pio X, Pascendi, no. 1, Enc. Pont. Ed Guad. T. 1, pág 781, col, 2). “Y como una táctica, a la verdad, insidiosísima, de los  modernistas… Consiste en no exponer jamás sus doctrinas de un modo metódico y en su conjunto, sinó dándolas en cierto modo por fragmentos y esparcidas acá y allá, lo cual contribuye a que se les juzgue fluctuantes e indecisos en sus ideas cuando en realidad éstas son perfectamente fijas y consistentes” (ídem, no. 3, pág. 782, col. 2).
                     Pongamos, nuevamente, algunos ejemplos: “Hay mártires hoy. Mártires cristianos, católicos y no católicos” (Vis news 270514 pág. 6). “Algunos dicen que el pecado es una ofensa a Dios” (Audiencia general miércoles 29/ 05/ 13, Osservatore Romano jueves 30/05/13, pág. 13).
                     Hablando de la homosexualidad con el periodista Giancarlo La Vella, VIS 290713: “¿Quién soy yo para juzgar?”. No se trata de condenar a alguien pero era imperativo decir que Dios mismo condena esas conductas opuestas a la naturaleza de los hombres como claramente lo dice San Pablo (I Cor. 6, 10) y como se ve que Dios castigó a las cinco ciudades pecadoras (Gen. 13, 13; 19,24).
                     Lo que ya citamos acerca de la unión con los ortodoxos “no podremos construir la unidad en un congreso de teología” (VIS 270514 pág. 5) y citando como algo oportuno y apropiado o que habría dicho el Patriarca Atenágoras a Paulo VI “mandemos a todos los teólogos a una isla y nosotros sigamos caminando por la vida” (VIS ídem pág. 6). Felicitando al Cardenal Kasper quien argumentó en favor de la comunión a los divorciados y diciéndole “eso es hacer teología de rodillas” (Il Foglio, Roma 01/03/14, citando sus palabras del 21/02/14).

C. Doble discurso y discurso injusto.
                     En la biografía de Jorge Bergoglio publicada poco antes del Cónclave en Buenos Aires y prologada por el Rabino Skorka decía el biografiado que cuando él era Superior del Colegio Máximo de San Miguel (Buenos Aires, Argentina) en tiempos de la guerrilla, refugió varias veces a guerrilleros en el último piso e inclusive, a veces, les dio su documento de identidad para ayudarles a escapar del país. El 27/05/14, el VIS en su pág. 4 cita a “Papa Francisco”: “Que nuestros pueblos comprendan que el camino del terrorismo no ayuda. El camino del terrorismo es fundamentalmente criminal”.
                     Cuando se le preguntó acerca del proceso de beatificación del Papa Pio XII: “Me he informado y todavía no hay ningún milagro. Y si no hay milagro no se puede seguir adelante” (VIS 270514, pág. 6). Sin embargo el mismo Vaticano reconoció que no había los milagros necesarios para canonizar a Juan XIII y que, sin embargo, se había concluido el proceso de modo favorable.

D. Administrador teocrático de lo natural.
                     “Y tu entonces vuelto hacia ellos confirma a tus hermanos” (San Lc. 22, 32)
                     ¿Qué debe confirmar el Pontífice? (Cuando lo es).
                     “Confirma esto Dios que obraste en nosotros desde tu Santo Templo” (Salmo 67, 29)
                     “Confírmame en tus palabras” (Salmo 118, 28).
                     Se trata entonces de hallar en él quien nos confirme en la Fe, es decir, en el apego sincero, leal y permanente  a la Verdad revelada y en el amor a Jesucristo Nuestro Señor. No somos hijos del Dios de Abraham de los contemporáneos que lo invocan. Aquél Abraham fiel del Antiguo Testamento es de quien dijo Nuestro Señor “vuestro Padre Abraham exultó a la idea de ver mi día (de conocerme)” (S. Jn. 8, 56) y estos de hoy, en cambio, rechazan a Jesucristo. Entonces es claro que el Dios de Abraham y el dios de estos no es el mismo. No necesitamos, no queremos, que confundan nuestra Fe diciéndonos “tu dios está aquí” cuando Dios nunca estaría allí.
                     En lo que es de la Fe verdadera, Jorge Bergoglio se comporta como guía ciego, y no hablando de lo que debería, ni de la manera como debería hacerlo, no le queda más que jugar el papel de un acomodador de la humanidad pidiendo que el mundial de futbol ayude a la fraternidad entre los hombres, o plantando un olivo durante el encuentro con los presidentes de Israel y Palestina, sin decir a los presentes aquella frase esencial de Jesucristo Nuestro Señor: “(Jerusalén) si conocieras tú lo que es propio a tu paz, sin embargo ahora eso está escondido a tus ojos” (Sn. Lc. 19, 42).
                     Ecología en vez de vida sobrenatural y olor a oveja  en vez de alma de pastor.
                     Por eso, no ocupándose de lo sobrenatural, que sería su función esencial y específica, le queda ocuparse de lo natural, trasladando una autoridad espiritual inexistente a una forma de gobierno universal y natural por demás ineficaz. “No más armas” y a los tres días de dicho los rebeldes intentaban invadir Bagdad en Irak con cerca de mil heridos en los combates. “Esa es mi paz, no como Cristo la da”.

E. Epílogo: Un rebajamiento brutal.
                     Todo lo elevado, todo lo grandioso y verdaderamente modesto a la vez, la sabiduría y la prudencia sobrenatural, la integridad en la Fe, el amor apasionado e inflexible a la Verdad, en definitiva, el amor, el respeto y la reverencia de los Pontífices Romanos Católicos que brillaron con todo esplendor hasta su Santidad Pio XII, en un languidecer paulatino, luego siniestro, más tarde escandaloso, después metódico, frío y cerebral, es ahora brutal.
                     Languidecente con la astucia de Juan XXIII, siniestro con los cambios silenciosos y novedosos de Paulo VI, escandaloso con la ausencia de límites de Juan Pablo II, frío y metódico con la maldad sistemática de Benedicto XVI y ahora brutal con la conducta indefinible e impresentable de Bergoglio.
                     ¿Qué epílogo podemos dar a estas tristes palabras? Tristes porque lastima todo sentimiento cristiano el ver a qué punto de rebajamiento, humillación y miseria moral y de principios ha sido empujada la faz visible de la Iglesia y con ella el mundo en franca y loca disolución. (Entendemos por faz visible lo que se ve de esta iglesia degradada, nó la Visibilidad como nota teológica de la Iglesia Católica).
                     Dejemos los compases finales al Apóstol San Judas.
                     ¿Cómo son el Adulador y los suyos?
                     Epístola de San Judas, cap. Único, versículos, 12-13: “Apacentándose a sí mismos, nubes sin agua que son movidas por los vientos, árboles otoñales, infructuosos, muertos dos veces, desenraizados, olas de mar revuelto, espumando sus confusiones, astros errantes, para quienes está reservada la borrasca de las tinieblas para siempre”. “Vosotros, en cambio, amantísimos, sed memoriosos de las palabras que fueron predichas por los Apóstoles de Nuestro Señor Jesucristo, que os decían, que en el último tiempo vendrán engañadores andando según sus deseos en las impiedades. Estos son los que se apartan a sí mismos, animales, que no tienen al Espíritu” (ídem vers. 17-19).
                     Nada tan piadoso como la Verdad y ésta en la única Iglesia verdadera del único Dios verdadero.
                     En la fiesta de la Santísima Trinidad del año 2014.
                                                                      + Mons. Andrés Morello

                     

sábado, 14 de junio de 2014

Homilía de su Excia. Mons. Andrés Morello En la Fiesta de Pentecostés

Dios permite nuevamente que podamos celebrar en esta capilla la Festividad de Pentecostés.
Es una fiesta tan importante como saben Ustedes que junto con la Navidad y con la Pascua encierran una octava. La Iglesia repite durante ocho días, los ocho días siguientes, Misas en honor al Espíritu Santo como hace lo mismo después de la Navidad y después de la Pascua.
Las tres personas de la Santísima Trinidad son cercanísimas al alma de los cristianos. Son cercanísimas desde la primera bendición que se recibe en el Bautismo hasta la última que se recibe el día de la muerte. Esas tres personas son más íntimas a nuestra alma a nuestro corazón, que nosotros mismos; de alguna manera como si toda nuestra vida se pasara dentro por así decirlo rodeados por las Personas de la Santísima Trinidad y es por eso que San Pablo ha dicho en uno de sus discursos “In ipso movemur et summus” “Nosotros en Él somos y nos movemos” como si de alguna manera deambuláramos o nos moviéramos dentro de Dios.
            Aún siendo tan estrecha esa cercanía que tiene la Santísima Trinidad con el alma en Gracia. Aún así nosotros a Dios lo conocemos casi nada, es algo así como querer mirar una montaña desde abajo y querer abarcarla por completo. Tanto nos supera y tan infinito es, tan grande respecto a nosotros. Por eso que también San Pablo ha dicho que nosotros contemplamos ahora a Dios “quasi in speculo” “como en un espejo”, como si viéramos apenas un reflejito de lo que Dios es y que un día, el día que lo podamos ver cara a cara lo conoceremos como somos conocidos por Él ahora, como Él nos mira desde el Cielo.
            Mientras tanto, mientras estamos en esta vida, mientras no podamos contemplar a Dios cara a cara, los hombres pasamos la vida como un ciego, tanteando, tocando apenas un poquito lo que Dios es. Esto vale para todo Dios, quiero decir que esto vale para las tres Personas de la Santísima Trinidad. Nosotros a Dios Padre podemos conocerlo por la creación que vemos. ¿A qué voy? Hay una frase que siempre decimos en filosofía y que es de sentido común: “Nadie da lo que no tiene”, es decir todo aquello que nosotros contemplamos de bueno o de perfecto en la creación tiene que haberlo dado Dios. Para poder darlo tiene que haberlo tenido y tenerlo todavía. Entonces toda la belleza que encontramos en lo creado, todo el orden que encontramos allí, la armonía y aún el amor que puede haber encerrado en los corazones más grandes de los hombres de esta tierra, todo eso lo tiene Dios, lo tiene Dios Padre y lo tiene hasta el infinito.
            Del Hijo de Dios conocemos más. Es como si el Evangelio nos fuera llevando de la mano, donde vemos nosotros desde su Encarnación hasta su Ascensión a los Cielos, donde vemos toda su vida, toda su Pasión, sus portentos, sus milagros, su amor hasta el extremo y es allí donde conocemos esa figura cautivante que a todos nos ha llamado la atención, su Corazón lleno de amor por nosotros.
            Ahora bien, eso sabemos del Padre y eso sabemos del Hijo. Pero delante del Espíritu Santo aunque nosotros lo adoremos y aunque confesemos y le amemos como miembro de la Santísima Trinidad, aún allí nos frena nuestra propia realidad, nos frena nuestra humanidad, nuestra materia, que limita nuestro conocimiento. El Espíritu Santo no ha tomado un rostro como hizo Jesús. No vemos sus obras, como la creación material de Dios Padre, no vemos lo que Él hace, como podemos contemplar la hermosura creada por Dios o los milagros de Jesucristo. Y sin embargo el Espíritu Santo estuvo presente en todo eso, porque dice el Génesis “Spiritus Domini ferebatur super aquas” “El Espíritu de Dios planeaba sobre las aguas”. Y cuando Nuestro Señor fue bautizado en el Jordán, dice “Spiritus aparuit super eum ut columba” “Apareció sobre Él el Espíritu como una paloma”, es decir que en todas esas hermosas obras de la creación estuvo el Espíritu Santo y en toda la vida de Cristo también estuvo Él.
            Cuando nosotros queremos conocer a un hombre, cuando queremos saber cómo es, miramos su figura, miramos su andar, miramos como habla, qué es lo que dice, tratamos de mirar su rostro, de conocer su mirada, sus expresiones. Lo más difícil para conocer a un hombre no es conocer el exterior sino conocer su alma, aquel misterio de saber cómo es dentro suyo, qué piensa, qué busca, qué ama, por qué lo hace, con cuánto amor lo hace.
            De igual manera, ese misterio de las almas, apenas llegan a conocerlo los papás de sus hijos, los hijos de sus papás, los amigos o el confesor.
            Así nos pasa a nosotros con el Espíritu Santo. Nosotros no tenemos un Sudario como tenemos del rostro de Cristo para saber cómo fue. No tenemos de Él las huellas materiales de la creación. Sólo tenemos lo que hace en las almas, lo que hace en la Iglesia, lo que hace en los sacramentos o en los Ángeles. Son todas cosas espirituales y demasiado elevadas o luminosas para nuestros ojos creados.
            Digamos entonces algo que nos permita a nosotros imaginar un poco, entender un poco cómo es el Espíritu Santo.
            Cuando el profeta Elías estaba encerrado en una caverna, para cobijarse, él vio pasar a Dios. Dice la Sagrada Escritura que “pasó primero un viento huracanado y allí no estaba Dios”, que “pasó un torbellino y tampoco estaba allí”, “que pasó luego una brisa suave y allí estaba Dios y el profeta pudo verlo de espaldas”; es decir apenas pudo en medio de ese milagro, el profeta, barruntar, imaginar un poquitito, entender un poco como era Dios.
            A nosotros de otra manera nos pasan cosas semejantes. Las almas, a veces sienten a Dios cerca. A veces las almas se mueven a fervor, a devoción, a veces siente uno la necesidad de arrepentirse o el deseo de ser bueno o de corresponder al amor de Dios e inclusive al amor de los demás. Esos deseos grandes que siente a veces al alma, uno sabe que no nacen de uno mismo. ¿Por qué sabemos eso? Porque si no nacerían siempre. Si fueran nuestros siempre los tendríamos como tenemos la mano, y eso aparece solamente a veces en nuestras almas o en nuestros corazones. Uno siente, uno los siente como nuevos, como demasiado hondos, como demasiado llenos. Es allí donde está la acción invisible del Espíritu Santo en las almas.
            Cuando San Bernardo habla de las visitas del Verbo de Dios a su alma, dice, que él conoció la llegada del Verbo de Dios por la corrección de sus faltas ocultas. Como si el Hijo de Dios al venir a su alma fuera acomodando su corazón embelleciéndolo, limpiándolo, haciéndolo cada día más bueno.
            Eso que pasa privadamente en cada alma, eso pasa en toda la Iglesia, en cada Sacramento cuando la Iglesia lo confiere a las almas, en cada absolución que borra los pecados, en cada bendición que mueve los corazones, en cada comunión que hace más bueno o en el misterio de cada Misa cuando con poquitas palabras el Sacerdote hace descender Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Cristo sobre los altares.
            Ahora bien, eso ha pasado a lo largo de la historia de la iglesia durante más de dos mil años. Durante dos mil años, más, la Iglesia ha enseñado la misma Fe, la misma Moral aunque le han  matado a sus hijos por millones para impedir que ella siguiera enseñando esa Fe y esa Moral. Más aún, más la persiguieron más firme se mostró. En cada época en medio de los problemas más graves de la humanidad aparecieron santos, religiosos, religiosas, monjes, todos cantando una canción distinta a la que cantaba el mundo. Más todavía, no ha habido hilación, concatenación, unión suficiente entre unos y otros, a veces esa herencia que unos recibieron de otros casi no se vio, como pasa ahora, y la herencia sigue y sigue el deseo de ser buenos, el deseo de copiar a Cristo, el deseo de amar a Dios, de reconocer que hay un solo Dios verdadero y que es el único al que podemos adorar.
             Hace ya muchos años cuando los revolucionarios en Francia mataban a los católicos durante la revolución que llamamos francesa, al llegar ellos, los republicanos, a aquel Carmelo de las hermanitas de Compeigne, se conoce la discusión que tuvo el republicano, el comisario con la Madre Priora. En esa conversación, el republicano le dice a la monja “vamos a destruir todos los Carmelos”. ¿Qué contestó la hermanita? “Cada monja, cada carmelita es un monasterio”. Pues bien, podríamos decir que por la obra del Espíritu Santo, cada cristiano es una capilla, cada monje, cada sacerdote, cada religioso es como una imagen viva de esa Fe que nosotros tenemos y que no pensamos dejar. Todo eso es fruto del Espíritu Santo y eso nos hace imaginar o comprender un poco cuánto puede el Espíritu de Dios. Es de ese Espíritu que decíamos que planeaba sobre las aguas en la creación, el que apareció sobre Nuestro Señor en el Jordán, Aquél mismo que el Ángel le dijo a la Virgen María “Te cubrirá con su sombra” y ese Espíritu Santo al cubrirla con su sombra ¿Qué fue lo que hizo? Que una criatura llegara a ser Madre de Dios. Que una Virgen siguiendo siendo virgen pudiera ser Madre  y que esa Madre siguiera siendo virgen para toda la eternidad.
            Ese mismo Espíritu Santo es el que hoy apareció sobre los Apóstoles el día de Pentecostés en el Cenáculo y comenzaron a hablar. “Coeperunt loqui”. Empezaron a predicar y esa predicación de hace dos mil años no termina, no se acaba, no hay manera como el mundo pueda sofocar la voz de aquellos que siguen confesando el nombre de Dios.
            Con Dios pasa como con los hombres. Cuanto más dócil es un hijo más fácil es educarlo. ¿Qué hay que hacer entonces? “Para que el mundo sepa que amo al Padre” -Son las últimas palabras del Evangelio de la Misa- “Para que el mundo sepa que amo al Padre Yo hago lo que Él me mandó”. Pues bien, para que el mundo sepa que amamos a Dios, para que el mundo sepa que creemos en el Espíritu Santo hagamos lo que Dios nos mandó. Ese es el proyecto de toda la vida cristiana y de toda la vida monástica o de la vida religiosa, hacer lo mandado, ser dóciles a Dios que Él se encargará, Él sabrá, así como hizo el mundo, sabrá cómo modelar nuestras almas para hacerlas cada día mejores.
            Pidamos a María Santísima que Ella nos consiga el ser buenos alumnos de esta escuela divina. Dice una frase en la Escritura: “Et erunt omnes docibiles Dei” “Serán todos enseñables por Dios”. Eso es lo que queremos, que Dios nos enseñe, que Él vaya modelando en nuestras almas, que haga en nuestros corazones lo que Él ha soñado para nosotros y que así nosotros podamos cumplirle a Dios.
            Ave María Purísima.

                                               + Andrés Morello
                                                                 
En la Fiesta de Pentecostés, año 2014.