Al Pan Vino y al Vino Pan
“Sit autem sermo vester: Est, est;
non, non; ut non sub juicio decidatis”
“Que vuestro hablar sea: Si, si; no,
no; para que no caigáis bajo el juicio” (Epístola del Ap. Santiago cap. 5, v.
12; San Mateo cap. 5, v. 37)
1. Introducción.
Empeñar
la pluma es como abrir la boca, debe uno medir lo que dice y más lo que escribe
porque ambas cosas comprometen al hombre delante de Dios ya que de las dos
maneras, hablando o escribiendo, se puede decir verdad o error, se puede
ejercer la caridad o faltar contra ella.
El
día lunes de la octava de Pascua, en el rezo del Oficio Divino (el Breviario),
al comienzo de la tercera lección de Maitines que la Santa Iglesia toma de las
Homilías del Papa San Gregorio Magno se lee esta frase en la que el Santo Papa
comenta el encuentro de los discípulos de Emaús con Nuestro Señor y al cual
invitan a pasar a la posada, ya que atardecía y se sentía el cansancio del día
y de la marcha: “Sed quia extranei a
caritate non poterant hi, cum quibus Veritas gradiebatur “; “No podían ser ajenos a la caridad
aquellos con quienes caminaba la Verdad”. (San Ggregorio, Hom. 23 in Evang.
Maitines de Feria secunda, infra octava Paschae, lectio 3, in ppio.). La
afirmación es tajante, es de un Santo y de uno de los más grandes Papas de la
historia de la Iglesia: No puede
faltar a la caridad quien afirma la Verdad.
Obligados
por lo dicho trataremos de escribir acerca de la realidad que nos rodea y que
de alguna manera nos atañe. Será necesario escribir de otros ya que la realidad humana siempre la conforman
otros, a Dios de juzgar lo inocente o lo culpable de cada quien y,
naturalmente, de dar el merecido premio o castigo; pero las cosas son como son
y la Verdad es como es y de eso hablaremos en las líneas que siguen.
Queremos
indicar qué sucede y qué es eso que
sucede, qué tiene de malo y por qué, qué comportamiento exige de nosotros.
2. Un preámbulo
necesario.
La
realidad es como es. La misma historia, hecha de realidades, es como es y
sucede como sucede o sucedió, independientemente de que yo la lea de alguien
mentiroso o de alguien veraz.
Las
cosas son como son, tienen su realidad y su ser propio que nosotros conocemos
con nuestros sentidos. Si las cosas pudieran hablar gritarían lo que son para
que los que las pudieran conocer y entender supieran de ellas. Por eso quizás
dice el Génesis que Dios mostró a Adán todo lo creado para que le pusiera
nombre, es decir, para que viendo conociera y entendiera, y entendiendo
nombrara a las cosas (Génesis 2, 20).
Hay
allí todo un compendio de nuestra naturaleza cognoscitiva: Conocemos por los
sentidos, formamos conceptos o ideas que son en nuestro interior la expresión
misma de lo que percibimos y esto lo enunciamos en los términos o palabras. Decimos lo pensado y hemos pensado lo
conocido que es lo que es. Breve, la idea corresponde a la realidad y
las palabras expresan esas ideas de lo real.
Si
Usted reflexiona un momento se dará cuenta sin dificultad que si las palabras se falsean ya no dicen
lo que la inteligencia conoció de la realidad.
La
palabra es esclava de la idea y ésta de la realidad.
Tergiversar
las palabras, vaciarlas de contenido o cambiarlas es afirmar distinto de lo que
se conoce y decir algo que no corresponde con la realidad.
Si lo
decimos más difícil: La realidad tiene la verdad del ser, la inteligencia
alcanza la verdad del conocer y la palabra enuncia la verdad del decir. Todo
está en que lo que es, lo que se piensa y dice de eso, digan y sean la misma
realidad.
Si no
pienso la realidad como ella es me equivoco, pienso mal.
Si
digo lo que me equivoco como verdadero, digo falso.
Si
digo que esto pienso pero en realidad no digo lo que pienso, entonces miento.
Si se
que digo falso, que digo mal, pero digo eso igual, miento más todavía.
3. Un ambiente
general.
Si
Adán naciera de nuevo estaría completamente mareado. ¿Por qué? Porque los
hombres piensan cualquier cosa de la realidad y dicen de ella lo que quieren y
nó lo que es. Basten unos ejemplos de la sociedad contemporánea: La hombría o
la femineidad ya no son una realidad biológica sinó una opción; un niño que los
papás que le engendraron no lo quieren no es la víctima de un asesinato
inminente sinó un embarazo no querido; si la mamá fue violentada, lo cual es
soberanamente injusto, es preciso condenar a muerte al que quiere nacer sin
culpa de su parte y sólo mandar a la cárcel por un rato al bruto apasionado.
¿Qué
intentamos decir? Nó que la realidad está cambiada, la realidad es lo que es y
no puede cambiarse con sólo cambiarle el nombre. Un aborto será siempre el
asesinato de un inocente por más leyes humanas que lo llamen “embarazo no
deseado”; Sodoma recibiría hoy de Dios el mismo castigo que recibió ayer; por
eso dice San Pablo enumerando ciertos pecados que impiden la entrada al Cielo y
entre los cuales nombra el de los homosexuales: “No poseerán el Reino de Dios” (I Carta a los Corintios cap. 6, vs.
9 y 10).
Los que están cambiados son los nombres,
están vaciados de contenido, están forzando para tener otro concepto atrás de
la palabra tratando de modificar la realidad. A esto en filosofía le
llamaríamos “nominalismo”, es decir que el nombre que le damos a la cosa no
representa ya a la cosa, lo que decimos ya no correspondería ni a la idea ni a
la realidad.
Va de
suyo que si yo le busco un nombre a esto en moral no le cuadran más que el de
engaño o mentira. Vale el adagio popular “la mona aunque se vista de seda, mona
queda”.
4. Lo mismo en
el ámbito religioso y entre los mismos católicos tradicionalistas.
La
Religión no puede escapar a un ambiente apestado de irreligión a no ser que le
oponga una doctrina esclarecida e inamovible y una virtud aún mayor. Baste el
recuerdo de la conducta y doctrina admirables de San Atanasio, fidelísimo aún
en medio de las persecuciones y destierros y hasta de las excomuniones de los
otros obispos.
Este
nominalismo religioso, por llamarle de alguna manera, se ha insinuado, se ha
filtrado dentro de la Doctrina Católica hasta presentarse como doctrina oficial
de la Iglesia visible. Rodeados de ese ambiente de un catolicismo falseado, y
al amparo de báculos y de mitras, los fieles aún católicos creen ver, a veces,
religión donde sólo hay apostasía.
Pondremos
un sólo ejemplo. Cuando murió Juan Pablo II, la misa de exequias fue dicha por
el entonces Decano del Colegio Cardenalicio, en su momento, el Cardenal Joseph
Ratzinger (hoy Benedicto XVI); al momento de dar la comunión, el primero que
comulgó fue un monje en silla de ruedas,
era el Hermano Roger de la Comunidad Protestante de Taizé; el primero en
comulgar fue un nó católico, un protestante bien conocido del Cardenal. En la
moral católica de siempre esto se llama un “sacrilegio real” en materia
gravísima, la más grave que puede darse. ¿Qué es para la iglesia nueva? ¿Es
para algunos tradicionalistas algo gravísimo hecho por el Cardenal Ratzinger, o
es algo que se olvida fácilmente para decir que él está a favor de la
Tradición? ¿No están cambiadas las palabras? ¿No están vaciados los conceptos?
¿No es decir que es muy bueno el que hace muy mal?
El ambiente general del mundo y de la
iglesia oficial es un ambiente relativista, los contornos están
desdibujados, ya lo malo no parece tan malo ni lo bueno tan importante. Todos
hablan de San Pío X, este Papa grandioso ¿Habría dado la comunión al monje
protestante? San Pio V ¿Qué diría de la conducta del Cardenal? No diga usted
que era otra época; sí era otra Fe la
de esos hombres y sabían respetarla.
5. ¿Cómo se
llega a este ambiente en que todo es relativo?
Por el
derrumbe progresivo y constante de aquellas cosas que forman la estructura de
la sociedad y de la religión.
Tres cosas son las que caen bajo la
picota: Los conceptos, las personas, las instituciones. Los conceptos
se diluyen como ya dijimos, variando el contenido y dejando que los maestritos
de la nueva fe digan lo que quieran, así la gente poco a poco va pensando
completamente distinto. Las personas y las instituciones se diluyen y caen a
pedazos gracias a los escándalos de ambas. El sacerdote, el religioso, eran
antes hombres virtuosos que aún en medio de la inmoralidad generalizada
brillaban como faros en un puerto seguro y allí podían confiarse niños y
jóvenes para su formación. ¿Qué queda en pié después de los últimos escándalos
conocidos? Pensará Usted que no todos son así, claro que nó, pero queda la duda
o cabe la posibilidad. Los escándalos personales repetidos y multiplicados van
minando las instituciones y creando o la desconfianza hacia ellas o la falsa
necesidad de cambiarlas. No es el
celibato lo que debe suprimirse sinó lo que debe vivirse y para eso
tener y usar los medios que siempre usó la Iglesia y evitar los riesgos, los
peligros, las ocasiones en las que cualquier virtud se vería puesta a prueba.
Poco
a poco va pasando y se va sintiendo en las sociedades lo que al final de las
grandes guerras e invasiones, nada
parece grave o no tanto.
Recuerda
esto aquellas palabras horrorosas, citadas por Cretineau Joly en “La Iglesia
faz a la Revolución”, del famoso Carbonario de las Altas Ventas, Nubius, en
carta a Víndice del 9 de agosto de 1838: “Popularicemos
el vicio en las multitudes. Que éstas lo respiren por los cinco sentidos, que
lo beban, que de él se saturen… Haced corazones viciosos y dejará de haber
católicos… El mejor puñal para herir a la Iglesia es la corrupción”.
6. “Hágase su
idea para sobrevivir”.
Es la
peor solución, pero sin embargo la que la gente elige. Si la correntada viene
fuerte puedo seguirla, o puedo seguirla tratando de que no me ahogue, o puedo
apartarme. La mayor parte de los hombres en la correntada social se deja
llevar, es claro, parece más fácil disfrutar de las pasiones pensando que el
buque no se hunde. Es pensar que la propia inmoralidad se desdibuja en el
montón de los inmorales.
Otros
piensan que “se puede pelear desde adentro” sea en la política, sea en la vida
social, sea en la religión. “Adentro”
tengo que admitir a los que me rodean
y lo que hacen si quiero seguir quedándome adentro. Si dejo a los
inmorales tarde o temprano ganan ellos porque la inmoralidad siempre es más
barata y más fácil. Si es materia de
religión o de moral será preciso admitir lo inadmisible o ser expulsado.
Un ejemplo está sobrado: ¿Podré callar ante los sacerdotes que admiten la
limitación de la natalidad? ¿O ante los sacerdotes inmorales? ¿Cuando el
sacerdote que ayude a dar la comunión la de en la mano? ¿Cuándo celebre la misa
nueva en el mismo altar en que se dijo la de siempre? ¿Habrá que acompañarlos a
las mezquitas, a las sinagogas, a los encuentros ecuménicos o simplemente no podremos
decir que todo eso está mal y que no es católico y que es odioso a los ojos de
Dios?
El pantano pudre hasta la mejor barcaza
si no se la saca de él.
Si alguien consiente a estar con ellos
consiente a no hablar mal de ellos.
Es
una ilusión torpe pensar que la Misa de siempre basta por sí misma para impedir
el mal. Si fuera así, cuando la única Misa era la de siempre ¿Por qué no
alcanzó para impedir el modernismo o a Lutero o a Calvino? ¿Por qué si
alcanzaba, la Santa Iglesia instituyó a la Sagrada Inquisición? La presencia de
Cristo Nuestro Señor en el Templo bastaba para evitar y destruir a los
mercaderes pero empuñó el látigo para darnos un ejemplo (San Mateo 21, 12).
7. Dos
aplicaciones tomadas de la realidad.
Metamos
más el dedo en la llaga para que quede en claro la infección que aqueja a la
realidad y la urgencia de limpiarla.
a. El lenguaje de la iglesia oficial.
b. El lenguaje y la conducta en la
Tradición de la Iglesia.
a. El
lenguaje de la iglesia oficial.
Los
que maniobraron durante Vaticano II no eran sacerdotes recién ordenados. La discusión sobre la Libertad Religiosa en
las reuniones preparatorias que se desarrollaron durante dos años antes del
Vaticano II, no fue una discusión entre dos jóvenes teólogos sinó entre el
Cardenal Ottaviani, Secretario del Santo Oficio, quien afirmaba la tolerancia
religiosa y el Cardenal Bea quien propugnaba la Libertad Religiosa. Ambos eran
ya hombres mayores. ¿Qué intentamos decir? Decimos que los que comenzaron y
continuaron defendiendo la nueva doctrina opuesta a la de siempre no eran
ignorantes de lo que siempre enseñó la Iglesia. No lo ignoraban sinó que
simplemente pensaban y piensan distinto. Parece algo de poca monta pero las
líneas siguientes mostrarán su gravedad.
No se
puede pensar distinto que la Santa Iglesia en materia de Doctrina o de Moral y
ni siquiera en las Leyes Litúrgicas cuando son promulgadas con la intención de
obligar a los católicos a su cumplimiento.
Los
maestros de la nueva doctrina son los profesores de los seminarios de la misa
nueva, los obispos y cardenales, Benedicto XVI. Esa nueva doctrina distorsiona
los conceptos cambiándolos de contenido o admite la validez de lo contrario a
la vez que afirma lo de siempre. Es exactamente lo denunciado por el Papa San
Pío X en la Encíclica Pascendi al hablar de la técnica de los modernistas: “Y como una táctica, a la verdad,
insidiosísima, de los modernistas (así se los llama vulgarmente y con mucha
razón), consiste en no exponer jamás sus doctrinas de un modo metódico y en su
conjunto, sinó dándolas en cierto modo por fragmentos y esparcidas acá y allá,
lo cual contribuye a que se les juzgue fluctuantes e indecisos en sus ideas
cuando en realidad éstas son perfectamente fijas y consistentes” (Pascendi,
Encíclicas Pontificias, Editorial Guadalupe, Tomo I, pág. 782, nº 3).
El
Osservatore Romano en su edición Digital (Internet) del 27 de octubre del 2011
trae un artículo llamado “De Asis 1986 a
Asis 2011, el significado de un camino”. Este artículo está firmado por el Cardenal Tarcisio Bertone, Secretario de
Estado del Vaticano y trae citaciones tanto de Juan Pablo II como de
Benedicto XVI. Sabido está que estos encuentros de Asís reunieron allí, para
rezar por la paz, a más de un centenar de líderes de otras tantas religiones y,
en el del 2011, inclusive representantes agnósticos, es decir, que no creen en
ningún dios y que enseñan que no puede creerse.
Dice en su artículo el Cardenal Bertone (párrafo
8), comentando a Juan Pablo II: “El
relativismo o el sincretismo, en efecto, terminan destruyendo, en vez de
valorizar la especificidad de la experiencia religiosa.”
Digamos
brevemente qué significan los términos para entender qué dice el Cardenal.
Relativismo: Doctrina según la cual el
conocimiento humano sólo conoce relaciones sin
llegar nunca a lo absoluto.
Sincretismo: Doctrina religiosa que procura conciliar religiones diferentes.
(Enciclopedia ilustrada de la lengua castellana, Sopena, t. 3, 1956).
Entonces
¿Qué dice el Cardenal? El relativismo es que toda religión vale. El relativismo
al aceptar todas niega a todas, en vez de valorizar a todas, como hacemos en
Asís, y eso es relativismo. Es decir afirma y niega lo contrario pero de tal
manera que mucha gente no lo ve.
Pongamos
la misma doctrina expresada por Benedicto XVI en el mismo párrafo del Cardenal:
“Es necesario que la oración se
desarrolle según los distintos caminos que son propios de las diversas
religiones. Esta fue la opción que se hizo en 1986 (1er. Encuentro de Asís
con Juan Pablo II) que sigue siendo válida también hoy”
Si
bien entendemos es válida la opción de que cada quien rece según su propia
religión.
Comparemos
esto con la enseñanza de S. S. Pio IX: “De esta torpísima forma de
indiferentismo no dista mucho aquél sistema salido de las tinieblas, de la
indiferencia acerca de las religiones, porque los hombres ajenos a la verdad y
adversarios de la verdadera confesión, olvidados de la salvación, enseñando
cosas contrarias entre si y no teniendo nunca una sentencia firme, no admiten
ninguna diferencia entre las diversas profesiones de fe y hacen la paz
indistintamente con todos y pretenden que a todos, cualquiera sea su religión,
les está abierto el puerto de la Vida Eterna… Bien véis, amados hijos nuestros
y Venerables Hermanos, cuanta vigilancia tenéis que emplear para que el
contagio de tan cruel peste no inficione y pierda nuestras ovejas” (Encíclica
Singulari quídam del 17 de marzo de 1856, ob. Cit. T. 1, pág. 124, nº 1).
Las reuniones de Asís han sido actos de
indiferentismo religioso, cada quien rezó a su manera y a su dios; y
actos propiciados y patrocinados por
el Vaticano. Fue la invitación expresa de que cada uno fuera a rezar
con sus oraciones a su propio dios por la paz.
El
Syllabus de S. S. Pio IX condena el siguiente error: “Es efectivamente falso que
la libertad civil de todos los cultos y el pleno poder otorgado a todos, de
manifestar abierta y públicamente todas sus opiniones y todos sus pensamientos,
precipite más fácilmente a los pueblos en la corrupción de las costumbres y de
las inteligencias y propague la peste del indiferentismo” (Syllabus,
proposición condenada nº 79, ob. Cit, pág. 168 y alocución Numquam fore del 15
de diciembre de 1856.
Es decir que justamente la libertad de culto precipita más fácilmente a la corrupción de las
costumbres y de las inteligencias y propaga la peste del indiferentismo.
Benedicto
XVI en el Mensaje a Mons. Doménico
Sorrentino del 2 de septiembre del 2006, Osservatore Romano en lengua
española del 15 de septiembre del 2006, en su página 6, respecto al encuentro
de Asís dice: “La convergencia de
personas diversas no debe dar la impresión de que se cae en el relativismo que
niega el sentido mismo de la verdad y la posibilidad de alcanzarla”.
Es
exactamente lo contrario a lo enseñado por S.S. Pio XI en la Encíclica
Mortalium Animos del 6 de enero de 1928 en su nº 2: “(Algunos) Convencidos de
que son rarísimos los hombres privados de todo sentimiento religioso, parecen
haber visto en ello la esperanza de que no será difícil que los pueblos, aunque
disientan unos de otros en materia de religión, convengan fraternalmente en la
profesión de algunas doctrinas que sean como fundamento común de la vida
espiritual. Con tal fin suelen estos mismos organizar congresos, reuniones y
conferencias, con no escaso número de oyentes, e invitar a discutir allí
promiscuamente a todos, a infieles de todo género, a cristianos y hasta a
aquellos que apostataron miserablemente de Cristo o con obstinada pertinacia
niegan la divinidad de su Persona o misión”… Nº 3: “Tales tentativas no pueden,
de ninguna manera obtener la aprobación de los católicos, puesto que están
fundadas en la falsa opinión de los que piensan que todas las religiones son,
con poca diferencia, buenas y laudables… Cuantos
sustentan esta opinión, no sólo yerran y se engañan, sinó también rechazan la
verdadera religión, adulterando su concepto esencial, y poco a poco
vienen a parar al naturalismo y al ateísmo; de donde claramente se sigue que, cuantos se adhieren a tales opiniones y
tentativas, se apartan totalmente de la religión revelada por Dios.”
(Enc. Pont., ob. Cit. T. 1, pág. 1114, num. 2 y 3).
¿Qué
buscamos decir? Que los que afirman estas doctrinas contrarias a lo que siempre
enseñó la Iglesia sabían y saben bien
que dicen algo contrario aunque disfrazado bajo la afirmación de una
verdad que o la niegan con los hechos o torciendo los argumentos como vimos en
los párrafos anteriores.
b. El
lenguaje y la conducta en la Tradición de la Iglesia.
Claro
está que no queremos meter a todos en el mismo renglón, sinó hablar solamente
de aquellos que defienden lo indefendible bajo una apariencia de integridad
doctrinal. Si la doctrina es íntegra exige entonces el rechazo del error y del
que yerra en la medida en que éste es maestro del error.
Poco
a poco los distintos grupos tradicionalistas que defienden la ortodoxia
católica van siendo incluidos y anulados dentro del aparato de la iglesia
oficial. Esta inclusión es posible por dos razones:
- Cuando los modernistas de la iglesia
oficial afirman cosas contrarias dichos tradicionalistas consideran solamente
lo que está de acuerdo a la doctrina de siempre y no lo nuevo y lo opuesto,
como si hablaran con dos personas distintas.
Pongamos
un ejemplo: “Ratzinger autorizó al misa de siempre” pero no dicen que a
condición de aceptar como legítima a la nueva misa y teniendo la tradicional
sólo como rito extraordinaro.
-Porque se cree siempre en la buena
intención de los demás, aunque sea manifiesta su intención contraria.
Abundarían las afirmaciones de su Excia. Mons. Bernard Fellay o del Padre Franz
Schmidberger acerca de las buenas intenciones de Benedicto XVI. Traigamos a
colación nó las de ellos sinó una del Padre Alain Nely asistente de la
Fraternidad San Pio X y otro de un periódico tradicionalista de Argentina.
El
domingo 17 de marzo del 2012 el Padre Alain Nely, de regreso de Roma y de paso
por Toulouse (Francia) afirmaba respecto
a la inminencia de los posibles acuerdos: “Las
puertas nos están abiertas de par en par… Será una proposición óptima… Será un
gran acontecimiento para toda la Iglesia”. En cambio el Cardenal Ratzinger
escribía en 1982, hace treinta años,
refiriéndose a los tradicionalistas: “Tenemos
que cuidarnos de minimizar estos movimientos. Sin lugar a dudas, ellos
representan un celo sectario que es la antítesis de la catolicidad. No podemos
resistirlos de forma suficientemente firme” (Principes of catholic
theology, Ignatius Press, 1987, pág. 389- 390).
Por
otro lado en la Lista Roma Aeterna, se cita al columnista de Panorama
Católico Sr. Marcelo González (Roma
Aeterna, martes 8 de mayo del 2012, 18:43 hrs) quien, haciendo referencia a
posibles reacciones dentro del clero conciliar acerca de un posible arreglo
entre el Vaticano y la Fraternidad San Pio X dice (nº 1 párrafo 4): “Y de esta tarea de aguar el vino, se
encargarán los capataces y administradores regionales de la bodega (monseñores
y autoridades eclesiásticas), porque el gerente general, el Papa Benedicto, es
evidente que quiere y necesita este vino de alta calidad para salvar la bodega.
Ya se, no se apresuren, él también es
uno de los responsables de haber bajado la calidad del vino, hasta casi
agriarlo y hacerlo no apto para el consumo humano, pero rescatemos, aún dentro de la contradicción que es un buen hombre
que siente el peso y la gravedad de la hora y asume el tremendo riesgo,
incluso al punto que tal vez los capataces lo tiren dentro de la vasija y lo
ahoguen”.
Es la
expresión acabada de un estado de espíritu que se llama Liberalismo y para el
cual el malo siempre es bueno y bien intencionado, es como una debilidad
psicológica en la cual el sentimiento gana sobre la inteligencia y la
subordina.
Benedicto
XVI es un “buen hombre” que quiere el bien de la tradición. No es cuestión de
bodegueros y de vinos más o menos aguados, la Doctrina y la Moral no son un
artefacto de goma que puede estirarse y retorcerse hasta perder su entidad. Es
juzgar algo sobrenatural y sagrado con medidas humanas y naturales.
-
Benedicto XVI ejerció en Asís el más profundo indiferentismo religioso.
-
Llama a la Gaudium et Spes de Vaticano II “una especie de anti-Syllabus”
(Teoría de los ppios. Teológicos, wewel verlag, Munich 1982, Herder, Barcelona
1985, pág. 457.
- Dice
de Jesucristo: “Jesucristo pudo ser revelador precisamente porque Dios se le
reveló” (Idem, ob. Cit., pág. 141). Si Dios se le reveló ¿Él era Dios?
Otra
vez, ¿Qué queremos decir? ¿Es realmente Benedicto XVI “un buen hombre que
siente el peso de la hora”? ¿No es forzar las palabras y llamar oveja al lobo?
8. Afirmemos
algunos principios.
La
inteligencia es como todas las cosas, tiene ella una naturaleza propia. No es
un ser independiente de nosotros sinó una facultad nuestra que es lo que es y
funciona en consecuencia. Todos tenemos inteligencia, en todos es igual y en
todos funciona de la misma manera, con el mismo objeto y con los mismos medios.
Ser más o menos inteligente es accidental, como dos autos que funcionan y que
no les falta nada pero uno es más caro q ue
otro, más rápido o elegante; auto al fin.
La
inteligencia es la facultad de la verdad, con ella alcanzamos la verdad de las
cosas, lo que ellas son. De alguna manera es la que nos permite vivir porque no
nos bastan los sentidos. Está hecha para la verdad, porque por ella conocemos
el ser de las cosas, lo que son y eso es la verdad.
Entonces lo natural para la inteligencia
es moverse en la verdad.
Siendo
así, es más fácil defender la verdad que el error ya que la verdad es
connatural a mi inteligencia y a la ajena y el error es justamente antinatural.
Dirá Usted que es natural “equivocarse”. Nó Señor, no es natural sinó frecuente, como el auto bueno que se rompe por el
mal uso. Si nos equivocamos es o porque nos apresuramos, o porque los datos
aportados a la inteligencia no fueron
correctos. Ella siempre funciona bien, depende del combustible que le dan o de
la imprudencia en su uso. La imprudencia no es una falla estructural de la
inteligencia sinó una virtud faltante y eso es del orden moral o el material
suministrado para que ella pensara fue erróneo o falso
Ahora
bien, si yo percibo que no tengo razón pero quiero tenerla por un prejuicio o
por el orgullo herido que no quiere sufrir la humillación de la derrota o del
equívoco o simplemente porque soy malo y quiero llevar a los demás al error,
entonces para conseguirlo debo forzar y torcer los argumentos.
Si me
equivoco es error. Nadie se equivoca a sabiendas. Si me equivoco a sabiendas
entonces sé cuál es la verdad y sin embargo digo, escribo o enseño otra cosa y
ya no estoy equivocado sinó mintiendo. Esto supone una perversión especial, una
maldad singular, una efectiva perversión.
No es
la pasión que arrastra como el orgulloso a quien cuesta reconocer el error; es
la conclusión forzada, forzosa, que contraría los términos, que no aguarda
réplica ni la espera ni la quiere, que hace caso omiso de ella cuando se queda
sin razones, que aprovecha que nadie le contraría.
Apartarse de la verdad sabiendo que uno
lo hace es además apartarse del Bien, y el error cuando se hace falso y
engañoso escapa a la pura esfera de la inteligencia y trasciende a la voluntad
de manera que la falsedad intelectual
se hace mentira en la voluntad, en la lengua o en la letra.
Volvamos
al principio, al pan vino y al vino pan. No
estamos en un ambiente cristiano, tratamos de no hundirnos en el
pantano general, por la Gracia de Dios, pero estamos tan rodeados de pantano
que nos acostumbramos a él. El
ambiente inmoral o mentiroso acostumbra
a la mentira y al pecado, no hace necesariamente pecar, pero es tanto y
tan repetido que ya no parece malo o tan malo.
Es natural que esto cause,
entonces, en los buenos o en los que quieren serlo, el error, o la confusión, o
al menos el escepticismo y la
inactividad. Me quedo encerrado, rezando, esperando al Apocalipsis y
que nadie más se salve. ¿Quién salvará a los que no tienen ayuda de nadie? Eso
no es ser cristiano sinó víctima de una personalidad pesimista, es lo más
opuesto al querer de los Papas de siempre.
En la
Encíclica Sapientiae Christianae del 10 de enero de 1890 dice el Papa León
XIII: “Cuando la necesidad apremia, no sólo deben guardar incólume la Fe los
que mandan, sinó que cada uno está obligado a propagar su Fe delante de los otros, ya
para instruir y confirmar a los demás fieles, ya para reprimir la audacia de
los infieles (Santo Tomás de Aquino, Suma Teológica 2-2, cuestión 3,
art. 2, ad 2). Ceder el puesto al enemigo o callar cuando por todas partes se
levanta incesante clamoreo para oprimir a la verdad, propio es, o de hombres
cobardes, o de quien duda estar en posesión de las verdades que profesa. Uno y
otro es vergonzoso e injurioso a Dios; uno y otro contrario a la salvación del
individuo y de la sociedad; provechoso únicamente para los enemigos del nombre
cristiano porque la cobardía de los buenos fomenta la audacia de los malos…
Fuera de que el cristiano ha nacido
para la lucha, y cuanto ésta es más encarnizada, tanto con el auxilio
de Dios es más segura la victoria. Confiad
Yo vencí al mundo (San Juan 16, 33). Y no oponga nadie que Jesucristo,
conservador y defensor de la Iglesia, de ningún modo necesita el auxilio
humano; porque, nó por falta de fuerza, sinó por la grandeza de su bondad,
quiere que pongamos alguna cooperación para obtener y alcanzar los frutos de
salvación que Él nos ha granjeado” (Enc. Pont. Ob. Cit., t. 1, pág. 400, num.
12y 13).
El Ambiente general desdibuja al crimen
y a los criminales, al error y a sus maestros, al engaño y a los mentirosos.
Leamos
al Padre Faber, aquél santo religioso del Oratorio de San Felipe Neri: “El colmo de la
deslealtad a Dios es la herejía. Es el pecado de los pecados, la cosa más
abominable que haya a los ojos de Dios en este mundo maligno. ¡Pero qué poco
comprendemos su odiosidad excesiva!... La miramos y estamos tranquilos. La
tocamos y no nos estremecemos. Nos mezclamos con ella, y no tenemos miedo. La vemos
tocar las cosas sagradas, y no tenemos sentido de sacrilegio… Por no ser
severa, nuestra caridad deja de ser veraz, y por no ser veraz deja de
convencer… Donde no hay odio a la herejía no hay santidad”.
Completemos
la idea citando al gran teólogo dominico R.P. Fray Reginaldo Garrigou Lagrange:
“El respeto de todas las religiones sean lo falsas o perversas que sean no es
más que la orgullosa negación del respeto debido a la Verdad. Para amar
sinceramente lo verdadero y el bien, es necesario no tener ninguna simpatía
hacia el error y el mal. Para amar verdaderamente al pecador y contribuir a su
salvación es preciso detestar al mal que está en él.” (Dios, su Ser, su
Naturaleza, pág. 757).
Finalmente
aquél texto esclarecido de Menéndez y Pelayo en su Historia de los Heterodoxos:
“La llamada tolerancia, es virtud fácil;
digámoslo más claro: es enfermedad de épocas, de escepticismo o de Fe nula. El
que nada cree ni espera en nada ni se afana y acongoja por la salvación o
perdición de las almas, fácilmente puede ser tolerante. Pero tal mansedumbre de
carácter no depende sinó de una debilidad o eunuquismo de entendimiento… No
conozco en el mundo moderno papel más triste que el de esos teólogos
conciliadores (mucho más triste cuando su persona queda autorizada y realzada
por la mitra y el roquete), que cuando más empeñada arde la lucha entre Cristo
y las potestades del infierno, en vez de ponerse resueltamente al lado de
Cristo se colocan en medio, con la pretensión imposible de sosegar los dos
bandos contrarios, de casar lo blanco con lo negro y de llegar a una avenencia
imposible con la revolución, que, anticristiana por su índole, acaba por
mofarse de tales auxiliares después de haber aprovechado y mal pagado sus
servicios.”
No
creamos ni llamemos buenos a los que respetan a todas las religiones que no
puede hacerse sin negar a Jesucristo.
No
creamos ni llamemos honrado al que nos dice que es bueno el que nos invita a un
redil en donde todos han abdicado por tener que callar.
No
deja de ser mentiroso el que llama Cristo a Cristo y religión a la de todos los
dioses. No deja de ser mentiroso el reza en latín pero llama bien intencionado
al que excomulgó a los que defendían la Fe. San Pablo les decía: “Errantes y
que llevan al error” (Segunda Carta a San Timoteo, 3, 13-14).
Quiera
Dios bendecirles y salvarles del veneno que se insinúa como elixir de bondades.
Patagonia Argentina, 8 de mayo del 2012.
Fiesta de
Nuestra Señora de Luján.
+ Mons. Andrés Morello.
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