Hace
algunos días el Cardenal responsable del Dicasterio de las Familias afirmaba
públicamente que deberían respetarse los bienes comunes de las uniones entre
personas del mismo sexo. (Diríamos nosotros que deben respetarse los bienes
privados, pero en cuanto privados ya que hay bienes comunes sólo en donde hay
comunidad y una unión contra natura no lo es).
Una semana después, el 11 de febrero
del 2013, Joseph Ratzinger, Benedicto XVI, abdicaba al puesto que ocupa,
abdicación efectiva a partir del próximo 28 de febrero a las 22 horas de Roma.
Haciendo a un lado el asombro
general que causaran estos acontecimientos, a los ojos del lego, pareciera esta
abdicación un efecto de las declaraciones anteriores del citado Cardenal o, al
menos, la renuncia de un viejo guerrero que, aunque de avanzada, no pudo ya
contener la marea impetuosa, subyacente, de otros menos moderados que él; un
guerrero que aunque modernista desde siempre no quiere clérigos degenerados y
desgastó su resistencia ante tantos escándalos que debió enfrentar.
La vejez, las fuerzas disminuidas,
la renuncia a continuar ocupando el puesto más alto de la humanidad, aunque
fuera de hecho y no de derecho, despiertan naturalmente en todos asombro; en
muchos admiración; en las almas católicas una inusual reverencia.
La figura de un Pontífice, real o
supuesto, no se juzga por su respirar cansino, por su rostro demacrado o por su
andar vacilante. “Ex operibus eorum cognoscetis eos” “Por sus obras los
conoceréis” (San Lucas VI, 44).
-Me dirá Usted que juzgo al
Pontífice.
-Nó Señor, juzgo si lo es o nó,
porque nadie bueno hace cosas malas y ningún pontífice puede inducir a error a
la Iglesia universal.
El elemento de discernimiento lo dio
Nuestro Señor, no lo dieron los hombres. Como si dijéramos “Eres según fuiste,
no según pareces”.
Claro está que nuestra pluma no
absuelve ni condena al sujeto, juicio que sólo es de Dios. Sí podemos y debemos
juzgar los hechos que son los que mandan y nos dicen qué sembró el sembrador
según sea el fruto que se ve dar a lo sembrado. Sembrador que por oficio y por
obligación debía necesariamente sembrar buena simiente, porque si el padre en
vez de pan da veneno a sus hijos es entonces padre asesino y si la paternidad no es física sino
espiritual, ya no es tutor que cuida sino malefactor que hiere, daña y destruye
a aquellos que confiaron en él viendo distinto de lo que en sus almas creían.
Ratzinger,
o si prefiere, Benedicto XVI no es una víctima.
Si nosotros echamos una mirada
retrospectiva a su mandato de hecho de estos últimos años no hay ni un solo paso hacia atrás en bien de la Tradición milenaria
de la Iglesia, aunque la ingenuidad, verdadera o fingida, torpe o
farisaica de algún Obispo tradicionalista vea todavía en él alguien que hizo
bien a la tradición: “Por el momento pensé… Que Benedicto XVI haría un gesto
final en calidad de Papa a favor de nosotros… Podría añadir que él actuó con
valor, porque tuvo oposición”. (Panorama Católico 15/2/2013).
Veamos algunos hechos significativos
de estos últimos años:
° Desde su
elección fue presentado por la prensa mundial como un “panzer Papa”, un tanque
de guerra papal que enfrentaría a la línea más liberal de la Iglesia;
° En la
“misa” de exequias de Juan Pablo II, por él celebrada, el primero en comulgar
fue el Hermano Roger, en la mano, protestante, no católico, jefe de la
comunidad protestante francesa de Taizé y uno de los mentores, durante Vaticano
II, de la misa nueva;
° Confirmó con
su firma y promulgación la herejía afirmada por la Congregación para la
Doctrina de la Fe (Cardenal Levada, VIS 10 de julio del 2007, página 3) según
la cual la Iglesia “subsiste” en la Iglesia Católica de manera plena, si bien
las otras confesiones no católicas (anglicanos, luteranos, ortodoxos…) también
son parte de la Iglesia, pero no plenamente;
° La misa
nueva es el rito ordinario de la liturgia católica, santo y venerable… No
correspondería brindar el derecho a celebrar la Misa Tradicional a aquellos que
no reconocieran la misa nueva… La Misa Tradicional es sólo un rito
extraordinario. (Motu proprio Summorum Pontificum);
° La
repetición horrorosa de la Jornada de Asís (VIS, 28/10/2011);
° La
Confirmación de la alianza nunca revocada del Antiguo Testamento;
° La
presentación benigna de Juliano el Apóstata, asesino de mártires, en su primera
Encíclica sobre la Caridad;
° La
supresión del Limbo;
° El condón
es un “principio de moralidad” en aquellos que no quieren enfermar a otro
aunque estén matando la Gracia en ellos (VIS, 22/11/2010). Es lo mismo que
fusilar con balas esterilizadas para que no haya riesgo de infección;
° La
beatificación de Juan Pablo II;
° Su rezo en
mezquitas y sinagogas;
° El anuncio
escandaloso de la oficina de prensa del Vaticano del 22 de enero del 2013
acerca del nuevo Código de Derecho Canónico que brinda “la posibilidad de
acoger en los sacramentos de la Iglesia Católica, aunque bajo condiciones
específicas, a los cristianos no católicos” (Canon 844 del Nuevo Código, VIS,
22/01/13).
° Su real
pensamiento acerca de Obispos, Sacerdotes y fieles tradicionalistas: “Tenemos
que cuidarnos de minimizar estos movimientos. Sin lugar a dudas ellos representan
un celo sectario que es la antítesis de la Catolicidad. No podemos resistirlos de
forma suficientemente firme” (Joseph Ratzinger, Priciples of Catholic Theology,
Ignatius Press, 1987, pág. 389-90);
° Levantó
excomuniones inexistentes de los Obispos de la Fraternidad San Pio X
manteniendo las de Mons. Lefebvre y de Mons. De Castro Mayer;
° Mantuvo
conversaciones, acercamientos, entrevistas con el fin de “recibir” de nuevo en
la comunión de la Iglesia a los que nunca la habían perdido pero que querían
volver a la patria nunca abandonada en un real diálogo de sordos: “Dame lo que
tengo, perdóname lo que no hice, desembarázame de lo que no me aplasta y así
estaremos juntos, estando desunidos y creyendo lo contrario”.
Estas
conversaciones, muertas antes de nacer, fueron un intento de deglutir a los
tradicionalistas, al menos a una parte de ellos. Frustrado el intento, ya que
Vaticano II es una valla insalvable e infranqueable que Roma no quiere quitar
ni Benedicto XVI, quedó a la vista la necesaria fragmentación que aqueja a la
Tradición en donde la coherencia se
resigna delante del sentimiento y la Fe delante de un sello de autorización.
El pontificado de hecho del saliente
Benedicto XVI fue un huracán
silencioso, un terremoto sigiloso que arrasó con los peñones católicos
en pié.
Su
único gesto tradicional visible fue vestir la Museta Roja con Armiño “porque
hacía frío”.
No vemos nosotros en el campo
sembrado más que el efecto de una
mente fría en ejecución de sus determinaciones.
No
es una víctima, más bien es un victimario.
Peor aún, la supuesta abdicación lo
convierte ahora en dechado de humildad,
prolegómeno de alguna posterior beatificación.
Lo nunca sucedido sucederá, abdica y
se queda a vivir, enclaustrado, en un convento de clausura en el mismo estado
del Vaticano de apenas 20 kilómetros cuadrados.
Esa reclusión cercanísima hace que el monolito diamantino de la
Autoridad Pontificia quede partido en dos, sujeto a la temporalidad,
aquél que los siglos no pudieron conmover lo moverá el pequeño dedo del “Pontífice”
(“Pronunciando su propia caducidad, el
papado romano declarará urbi et orbi que, habiendo terminado su misión y su
papel de iniciador, se disuelve libremente en su antigua forma, para dejar el
campo libre a las operaciones superiores del nuevo Pontificado de la nueva
Iglesia y del nuevo sacerdocio que él mismo instituirá canónicamente antes de
exhalar el último suspiro”, Abate Roca-sacerdote apóstata- Glorioso
centenario pp. 457 y 469) ; uno de los últimos bastiones quedará sujeto al
incierto decidir de abdicaciones y presiones, no ya la monarquía vitalicia,
perpetua, intangible. Jesucristo no dijo “Tu eres Pedro hasta que tú quieras”
sinó simplemente “Tu eres Pedro”.
Cuando los pontífices eran coronados
con la Tiara Papal, el Cardenal Diácono le decía al nuevo Papa antes de
coronarlo: “Accipe Tiaram tribus coronis ornatam, et scias te ese Patrem
principum et regum, Rectorem orbis, et in terra Vicarium Salvatoris Nostri Jesu
Christi, cui est honor et gloria in saecula saeculorum. Amen” “Recibe la Tiara
adornada con tres coronas, para que sepas que eres Padre de príncipes y reyes,
Rector del mundo y en la tierra Vicario del Salvador Nuestro Señor Jesucristo,
a quien es el honor y la gloria por los siglos de los siglos. Amén.”
Padre
de príncipes y reyes, no para que felicitara Presidentes abortistas o
partidarios de los matrimonios homosexuales (ej. al Presidente de USA).
Rector
del mundo, no para que se complaciera con la “provechosa colaboración
existente” con el Partido Comunista de Vietnam” (VIS, 22/01/13), recibiendo al
Secretario General del Partido Comunista de Vietnam).
Vicario
del Salvador, no para rezar con aquellos que lo rechazan como Salvador
(última reunión de Asís).
Nosotros estamos en presencia de hombres sin Fe sobrenatural, hombres
que aceptan sólo lo que su razón les autoriza, manifestación ante Dios y ante
los postulados de la Fe de un orgullo desmedido y que en esa oposición se
muestra necesariamente diabólico.
El torque será mayor. La
condescendencia no sirvió para hacer desaparecer lo que quedaba de católico. Lo
que no pudo la sonrisa, lo intentará el puño.
El
combate por la Fe no es un combate simplemente humano, en este combate
Dios no es ajeno, ni el Cielo, ni la Gracia. Es humano para los enemigos de
Dios que no tienen ni a Dios ni al Cielo, ni la Gracia. Es combate que acaba
como Dios quiso que acabe, no como ellos quieren. Lo que suceda entre medio no
deja de ser anecdótico, temporal y pasajero. Siempre tendrá Dios quién sostenga
su Cruz a los ojos de los hombres hasta que Él venga a cerrar los tiempos para
siempre.
Quiera Dios bendecirles.
+ Mons. Andrés Morello
Patagonia Argentina, 20 de febrero del 2013.
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