Homilía de su Excelencia Andrés Morello en la Fiesta
de San Gabriel Arcángel
Con Motivo de la Ordenación a la 1ra. Tonsura y
Diaconado
En el Monasterio Nuestra Señora de Guadalupe.
¡Ave María!
Dios
Nuestro Señor nos ha dado la Gracia de poder realizar esta ceremonia sagrada de
ordenaciones.
En
las sagradas ordenaciones la Santa iglesia despliega toda la belleza del culto
católico, la grandeza de sus ceremonias y deja ver en los gestos sagrados y en
las oraciones los misterios profundos que celebra.
No son
ceremonias nuevas ni novedosas, sinó ceremonias que la Santa Iglesia realiza de
igual manera desde hace siglos y en las cuales queda a salvo de una manera
inigualable la ortodoxia del culto y la integridad de la Fe Católica.
Asistimos
hoy a los dos extremos del ascenso al Altar de Dios; los dos extremos de la
proximidad al Santísimo Sacramento y al Santo sacrificio de la Misa.
A
medida que el ministro de Dios, desde la Tonsura al Sacerdocio, va acercándose
a la Sagrada Eucaristía hasta poder confeccionarla, a la vez va teniendo un
poder mayor sobre las almas hasta poder, inclusive perdonar los pecados y
devolver la Gracia.
En la
1ra. Oración de la Tonsura dirá el Obispo:
-Ut
donet eis Spiritum Sanctum qui habitum religionis in eis perpetuum conservet.
“Para que les de el Espíritu
Santo, el cual conserve en ellos el perpetuo Hábito de la religión”
Es lo
primero en aquellos que se disponen a servir a Dios, conservar el hábito de la
religión. Ese hábito no es solamente el que se ve sinó principalmente la virtud
de la religión que es pagar nuestra deuda de justicia para con Dios. Es la
expresión habitual, cotidiana, perpetua de servir a Dios con prontitud y sólo a
Él.
Por
la fuerza, si queremos servir a Dios no podemos servir a aquello que se le
opone y, por lo mismo, la misma oración que dice el Obispo continúa diciendo:
-Ac saeculari desiderio corda
eorum defendat.
“Y defienda sus corazones del
deseo del siglo”.
Es la
expresión, en otras palabras, de aquella afirmación de Nuestro Señor, “no
podéis servir a dos señores”.
En el
servicio de Dios y, naturalmente, la cercanía con Dios hace ver la realidad tal
cual es y no dejarse llevar por la imagen engañosa de la creación deformada por
el diablo y por el hombre.
Por
eso agrega el Obispo:
-Et ab omni caecitate
spirituali et humana oculos eorum aperiat et lumen eis aeterne gratiae
concedat.
“Y abra sus ojos de toda
ceguera espiritual y humana, y les conceda la luz de la Gracia Eterna”
Cuando
la ceremonia ya forma parte de la ordenación al Diaconado las palabras del
Obispo dejarán en claro de qué se trata “toca al Diácono servir al Altar”.
El
servicio del Altar y, por lo mismo, el servicio de las almas, es lo propio y lo
específico de los Diáconos.
En el
Antiguo Testamento la tribu de Levi era la tribu sacerdotal, imagen del
sacerdocio que habría de instaurar Nuestro Señor Jesucristo. Aquella tribu no
tenía heredad, no tenía tierra o porción en la Tierra Prometida. SU PORCIÓN ERA
DIOS, DOMINUS PARS, EL SEÑOR ES MI PARTE.
Así
la porción y la herencia del Diácono, cercanísimo al Sagrario y al Santísimo
Sacramento es Dios y nada más.
Servir
a Dios es pelear contra todo lo que se opone a Dios.
Es un
dogma liberal que Dios no tiene enemigos, un dogma contrario a toda la
enseñanza de Jesucristo Nuestro Señor “si a Mí me persiguieron a vosotros os
perseguirán”.
Es lo
que dirá desde hace siglos la liturgia de esta ordenación: “mantenga una
incesante lucha contra los enemigos”.
Cuando
el Obispo enumera las virtudes del Diácono dira:
-ESTOTE NITIDI (CLAROS)
“Sed Nítidos”.
POR
SER COOPERADORES DEL CUERPO Y SANGRE DEL SEÑOR,
AJENOS
A TODO DESEO DE LA CARNE.
Es la
razón de ser más profunda de la castidad sacerdotal, la inocencia de aquellos
que sirven al Altar y al Santísimo Sacramento.
Debemos
ya concluir para no hacer tan larga esta ceremonia.
Debe
quedarnos en claro algo que los hombres olvidamos cada día, algo que el mundo
niega con todas sus fuerzas, algo que la iglesia nueva repite con el mundo.
La forma
de la ordenación, lo más importante, dice así:
ACCIPE
SPIRITUM SANCTUM AD ROBUR
ET AD RESISTENDUM DIABOLO ET
TENTATIONIBUS EJUS.
“Recibe el Espíritu Santo
para confortarte
y para resistir al diablo
y sus tentaciones”
La Gracia y con ella el Sacerdocio y
la Santa Iglesia mantienen una lucha perpetua, una guerra sin tregua contra una
realidad perversa que busca apartar de Dios, contra el diablo y nuestra
naturaleza herida. Ni la naturaleza está sana ni el diablo es bueno.
Por
eso esa guerra permanente es guerra de virtudes contra vicios y de Gracia
contra pecados, es guerra sobrenatural.
De
allí que el Prefacio de la ordenación describe así el alma del Diácono:
“Abunde
en él toda forma de virtud, la autoridad modesta, el pudor constante, la
inocencia de la pureza, la observancia de la disciplina espiritual.
Brillen
en sus costumbres tus preceptos”.
Es la
más bella conclusión: Quien sirve a Dios debe brillar por cumplirle a Dios,
debe ser una copia hermosa del único Redentor de los hombres, la realización de
lo que Dios desea para los hombres y especialmente para sus ministros.
Todo
esto no es ni puede ser obra humana sinó obra de la Gracia, pero Gracia que
Dios creó y que quiere derramar en las almas. No es más que querer y hacer en
el tiempo lo que Dios quiere desde siempre.
¡Ave
María Purísima!
25
de marzo del 2014
1ra. Tonsura: Brother Antony Mary Joseph
Diaconado: Brother Anthony Paul.
Hermanos Dominicos de la Iglesia del Sagrado Corazón en Lawrence,
Massachusetts.
Hermanos Dominicos de la Iglesia del Sagrado Corazón en Lawrence,
Massachusetts.
Subdiaconado en la Iglesia de ellos el 7 de junio de 2013.
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